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"Es la economía, estúpido" fue uno de los lemas de la campaña electoral que llevó a Bill Clinton a la presidencia de los Estados Unidos en 1992. |
Uno de los temas de discusión más apasionantes en Economía es el relativo al sistema económico. Quienes han participado y participan en este debate (todos, como ciudadanos, deberíamos hacerlo, por cierto) suelen estar de acuerdo en lo que se entiende por este término. Nos serviría entonces la definición de Enrique Palazuelos, según el cual un sistema económico sería el modo de organizar la actividad y las relaciones económicas entre los miembros de la sociedad con el fin de obtener un determinado nivel de producción, bien para garantizar la mera supervivencia de la sociedad, bien para lograr su reproducción ampliada mediante la paulatina ampliación de sus capacidades productivas (crecimiento). En otras palabras, en un sistema económico los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos.
A lo largo de la historia la actividad económica ha estado organizada bajo distintos sistemas, pero fue el cambalache, problemático y febril siglo XX (como cantaba Carlos Gardel en el tango) el que planteó el enfrentamiento entre los dos extremos que hoy conocemos: la economía de libre mercado y el socialismo.
Dejando a un lado las repercusiones de cada uno de estos sistemas sobre la evolución de la economía mundial (sería interesante tratarlo en otra entrada), ambos presentan tanto virtudes como defectos en términos microeconómicos. Para aprovechar las primeras y corregir los segundos la mayoría de los países han optado por un sistema económico mixto, en el que el sector privado y el público se complementan para corregir los problemas de eficiencia y equidad que puede crear cada uno de ellos por separado.
Pero entonces, si ya se ha encontrado una solución, ¿por qué continúa el debate? Porque el sistema económico perfecto no existe. Más bien, lo que se discute es dónde situarnos, más cerca del libre mercado o del Estado, aunque no hay ninguna alternativa en la que todo sean ventajas. Y es que en la Economía, como en la vida, no se puede contentar a todo el mundo.
Autor:
Manuel V. Montesinos
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