Edmund
Conway nos ofrece cincuenta nociones imprescindibles para entender la economía,
como ciencia, y su útil aplicación en la vida cotidiana. La primera parte trata
de sentar las bases de la economía y se centra en la empresa y el consumidor. El
editor de economía del canal británico Sky
News muestra cómo los oferentes son los que fijan la oferta y los
demandantes la demanda; siendo los incentivos una de sus variables. El supuesto
perfecto es alcanzar el punto de equilibrio donde ambos histriones estén de
acuerdo para realizar un intercambio económico.
La
obra recoge términos como la mano invisible, acuñado por el economista Adam Smith. El régimen maltusiano, los
detractores de este y la aplicación actual del polifacético T.H Malthus. El
concepto de la elección (coste de oportunidad). La importancia de la división
del trabajo que conlleva la especialización y que, junto con la libertad de
comercio, dan como resultado una ventaja comparativa con beneficios tanto para
el comprador como para el vendedor.
El
autor de la obra, formado en la Universidad de Harvard, también muestra los
sistemas económicos dominantes y los relaciona con sus ciclos y sus principales
elementos: capitalismo con el mercado de valores, comunismo y Keynesianismo con
un Estado propenso a endeudarse para estimular la economía. Esta última
política enlaza con el monetarismo que es el caldo de cultivo para las visiones
encontradas entre dos de los economistas más influyentes de la historia,
Maynard Keynes –partidario de la inversión del Estado para la búsqueda de
empleo– y Milton Friedman –defensor de la no intervención gubernamental–. En su
faceta didáctica, recuerda a la Escuela Austriaca, defensora del individualismo,
y la curva de Laffer, para medir la relación entre los ingresos fiscales y los
tipos impositivos.
La
argumentación en 50 cosas que hay que
saber sobre economía pasa por la concepción de que el precio se da en
función de la valoración de las personas siguiendo un referente. Con la
revolución marginalista nos explica la esencia de la actividad empresarial –vender
un producto por un precio superior al que ha sido comprado– y la de la
actividad del trabajador –solo hace algo si vale la pena–.
Conway,
antiguo responsable de economía del diario Daily
Telegraph, no olvida los indicadores macroeconómicos y la importancia de
los mismos en la generación de confianza:
como un nivel bajo de deuda, un PIB elevado, un mercado de bonos favorables o un
valor fuerte de la moneda respecto a terceros países. La economía de un
Estado-nación no es independiente de todas las demás; por ello, todos los
cambios económicos internacionales que se produzcan entre países son
registrados y reflejados en la balanza de pagos.
¿Qué
papel juegan los bancos en la economía? Estas entidades obtienen beneficios en
función de la inversión del dinero de los ahorradores y están sujetos a las
directrices de los Bancos centrales; organismos que, entre otras funciones,
marcan los tipos de interés. Estos instrumentos de la política monetaria
guardan una relación indirecta con la inflación, y una correlación negativa con
el desempleo (el aumento de los tipos de interés genera menos inflación y menos
desempleo). El opuesto a la inflación es la deflación, la cual también puede paralizar
la economía.
El
concepto de crisis y los elementos desencadenantes como la burbuja
inmobiliaria, el aumento de la deuda, la falta de crédito o la caída de las
inversiones son elementos de actualidad que también están presentes. Al igual
que la brecha entre ricos y pobres (uno de los elementos desestabilizadores de
una nación, según el autor) y un tema tan importante como la propiedad privada
y el precio de la vivienda. Todas las dinámicas económicas están inmersas en la
llamada era de la globalización (con sus pros y contras) y, de nuevo, es
necesario la ayuda conjunta de las naciones en determinadas cuestiones. Pero
como recuerda Conway, en los acuerdos de Bretton Woods fueron fijados un
sistema de tipos fijos basado en el dólar estadounidense y se abrió la puerta
al fantasma de la especulación. Explica también las tres principales
revoluciones tecnológicas y deja espacio para una futura.
Por
último, relata los estudios económicos alternativos con la llamada economía del
desarrollo, con sus trampas, o la del comportamiento, basada en las acciones
irracionales. La economía y el medioambiente están condenados a entenderse a
pesar de que exista una dependencia del petróleo y una externalidad (elemento
que nadie posee pero que afecta a todos) a la que miramos para otro lado, la contaminación.
Así mismo, la búsqueda del equilibrio, como si de un juego de rol se tratara, mediante
la teoría de los juegos. La teoría de Levitt aplicada a la economía y la finalidad
última de esta ciencia, la felicidad. El libro finaliza proponiéndonos los
retos que debemos abordar en este siglo XXI y una pequeña autocrítica a la
falta de visión de los economistas.
ANÁLISIS CRÍTICO
Alfred
Marshall definió la economía como “Un estudio de las acciones del hombre en las
actividades ordinarias de la vida” y es precisamente el objetivo de este libro.
Todos los días, aunque no seamos conscientes de ello, realizamos numerosas
transacciones económicas. Esto nos demuestra que nosotros también somos parte
de esa economía y nuestros comportamientos y tendencias influyen en la misma; e
incluso, la pueden conducir a una actividad honesta o delictiva.
El
libro sigue una estructura de texto periodístico basado en la síntesis de los
contenidos: el resalto de conceptos básicos, la incorporación de cronología y
el uso de citas. Todos estos elementos ayudan a una lectura ágil y comprensible,
sin perder la contundencia de los conocimientos que a la vez permiten una
docencia al lector. A estos elementos didácticos se pueden hacer acreedores
otras disciplinas como la periodística. Durante la lectura viene a la mente la
arbitrariedad y equívocos, en los términos, que algunos medios de comunicación emplean
en los apartados de temas económicos. Aunque si bien es verdad, los lectores
desaprensivos pueden ver en este libro pautas para creerse agoreros del futuro.
Conway
también optimiza los conocimientos configurando una síntesis que nos permite
partir desde lo básico, como el concepto de la mano invisible, y desembocar en
los últimos estudios y formas diferentes de ver esta ciencia. La metodología
usada en los capítulos nos plantea una reflexión de identidad: Dónde estamos y
a dónde vamos. Las posibles respuestas a esta reflexión nos ayudan a tomar
decisiones en nuestra microeconomía o a los gobernantes en la macroeconomía.
Me
ha convencido la importancia de eliminar clichés que ciertas estructuras de la
sociedad quieren vendernos como elementos negativos y demonizar a quienes no los
acepten. Significativos son los ejemplos de globalización, capitalismo, deuda o
inflación; remitiéndonos a una neutralidad de ideas.
Por
otra parte, el libro alerta de que existen términos estructuralmente
antagónicos que son usados, en ocasiones de forma maledicente, en mítines o
eslóganes. Un ejemplo electoralista es la expresión de pleno empleo cuando, en
la realidad, un pleno empleo es prácticamente imposible de lograr. Otro
atributo que presenta la obra es la acotación clara y concisa de las funciones
de los principales agentes y organismos económicos. No obstante, observo una
escasa crítica a personas e instituciones que no se han ajustado conforme a las
normas. También es digno de destacar la personalización de los ejemplos–como el
caso de David Beckham– dándoles actualidad e identidad.
Libros
de esta naturaleza pueden caer en el error de una excesiva teorización. Sin embargo,
no es este el caso, pues en casi todos sus apartados expresa, como si de una
moraleja se tratase, la importancia de generar confianza en los individuos y
que estos a su vez lo eleven a las instituciones y a las decisiones que estas
tienen que tomar. Como afirmaba el economista David Taguas: “La confianza es la
base de la economía”. Esta confianza, basada en acercar posturas antagónicas,
posibilita aportar un elemento más a la frase de José Luís San Pedro “Mi
economía no es tu econotuya”, la econonuestra.
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