Costa Gavras ofrece en esta película francesa una visión sobre las
actividades bancarias de la mano de su protagonista, el banquero Marc
Tourneuil. El director de Phénix –uno de los principales bancos
europeos– sufre un infarto y como consecuencia
de ello decide buscar un sucesor para su entidad. El cargo recae en su delfín, el
joven Marc Tourneuil. El comité ejecutivo comienza a conspirar
contra su persona. El primer obstáculo su salario, que hasta el mismo Sr
Marmande –su antecesor– llega a lamentar la decisión. La filosofía de vida del
nuevo presidente es ganar dinero para ser respetado, así se lo hace ver a sus
socios e incluso a su esposa. Para tener vigilados a sus compañeros contrata
los servicios de un policía retirado, quien le irá facilitando la información
que necesita.
La nueva cabeza visible de la
entidad tiene que enfrentarse a una serie de problemas durante su mandato. El
principal es interrelacionar las decisiones, muchas de ellas contradictorias,
de sus accionistas. Por un lado, se encuentran los socios norteamericanos,
denominados “fondo especulativo” y por otro, el comité ejecutivo. Los primeros,
encabezados por Dittmar Rigule, controlan un tercio
del capital de la empresa financiera y exigen a Tourneuil una reducción masiva
de la plantilla. Los accionistas europeos apuestan por desvincularse de tal
decisión. La orden es firme y el plan de despidos –“plan social” según el director de Phénix– lleva al paro a 11 000
trabajadores. El modus operandi es entregar a los empleados un cuestionario y,
en función de las respuestas, justificar así sus ceses. Pero ahí no termina el
plan, el actor que da vida a Tourneuil pretende también llevarse una
jugosa prima por cada uno de ellos. A pesar de las
presiones de los trabajadores y de la enemistad con el secretario de Trabajo,
las acciones en bolsa estaban subiendo como nunca antes lo habían hecho.
En uno
de los viajes de Tourneuil, para tratar asuntos bancarios con Dittmar, conoce a una modelo, interpretada por Liya Kebede.
Volverán a encontrarse tiempo después en una fiesta. El resultado, una obsesión
enfermiza del protagonista. Decide ir a Londres en su búsqueda, aunque para
guardar las formas primero visita una sucursal bancaria donde conoce a una especialista del mercado chino y
japonés. El encuentro con la modelo no termina como esperaba y termina
abandonándole.
Los
socios americanos exigen a M. Tourneuil que compre un banco tóxico en
Tokio a pesar las discrepancias de los accionistas europeos y de la
analista Maud
Baron. El objetivo es esperar a que bajen sus acciones para comprarlas, y así
hacerse con el poder del banco. Tras la muerte de Marmande, antiguo
director de Phénix, decide viajar a Tokio para reencontrarse con la modelo,
pero un cambio de planes hace que solo se vean durante unos instantes y no
consiga, por tanto, satisfacer su apetencia sexual. Volviendo al terreno
bancario, la analista japonesa le advierte que si su decisión es comprar la
entidad le despedirán y si no lo hace, también le cesarán; por tanto, le
sugiere que presente su dimisión. El banquero no opta por ninguna de las dos y urde
una solución alternativa –presuntamente ilegal– que consiste en que los
accionistas europeos se adelanten a los estadounidenses en la compra de las
acciones. Finalmente consigue su objetivo. Los socios norteamericanos no
pudieron acusarle ante la justicia de abuso de información y fraude porque previamente
todas sus conversaciones fueron grabadas de forma deliberada para este fin.
En su último encuentro con la
modelo consigue satisfacer sus deseos sexuales y le abandona. La mujer de
Tourneuil, encarnada por Natacha Régnier, volvió a escena para darle un
ultimátum: si entraba en prisión o dimitía le esperaría, si no desaparearía de
su vida. Los rumores conducían a una dimisión pero finalmente siguió al frente
de la entidad bancaria, terminando así su vida sentimental y esta película.
ANÁLISIS CRÍTICO
El controvertido, pero admirado
por todos, Costa Gavras nos sumerge a los abismos del mundo financiero nutrido
de deslealtades, vicios e idolatrías sin ningún tipo de valores humanos y lo
que es peor, la intención de los protagonistas de blanquear su imagen y engañar
a la sociedad.
La estructura de este filme se
muestra en dos líneas argumentales: la actividad financiera de nuestro
protagonista y, por ende, los entresijos del mundo de la banca y, a la par, Tourneuil
como persona, individuo con un entorno familiar –esposa, hijo, padres...– y seguramente
con sentimientos humanos. Ambos hilos se ven en el mismo plano de pasmosa
simpleza, pues todas las actuaciones que realiza el protagonista transcurren
con la máxima normalidad y sin ningún remordimiento de conciencia y la
evaluación que realiza de sus decisiones es traducida solamente a euros, sin
tener en cuenta la destrucción de aspectos fundamentales de personas y vidas.
Por lo tanto, llego a la reflexión de si en los negocios financieros los altos
cargos comparten ese distanciamiento con la sociedad, o bien en esta película
se quiere mostrar una caricaturización de dichas élites financieras.
En el terreno supuestamente más
humano, Tourneuil intenta encarnar el rol de padre y acepta reflexiones y argumentos
contrarios aunque carentes de trascendencia para él; es más, la relación con su
hijo es prácticamente inexistente. La prueba está en que la iteración se
realiza en un idioma extranjero.
El director nos descarna los
entresijos del mundo financiero de forma transparente, sin engaños ni melindros.
De esta manera, invita al espectador a que sea él quien postule los grados de honestidad
o la falta de ella en cada escena. En relación a las sensibilidades humanas me
pregunto ¿Es lícito que se hagan despidos masivos cuando ese banco obtiene e
incrementa los beneficios?, ¿es lícito que esos despidos se blanqueen con la
delación entre compañeros con la excusa de formar un grupo más óptimo?, ¿es
moralmente aceptable que se utilice el eufemismo de “plan social”?, ¿podemos
hablar de moralidad en la banca?
Dentro de ese grado de honestidad
podríamos incluir la cotidianidad con la que saca al mercado una serie de productos
tóxicos para que clientes anónimos, personas al fin y al cabo, los compren. Pero
para llevar a cabo su plan, el banquero protagonista no está solo, cuenta con
una sutil pero firme connivencia de centrales sindicales y asociaciones
empresariales
En el plano más financiero, el
film trata dos formas de hacer banca: la europea y la americana. En la primera
da un peso específico a ciertos aspectos consolidados de ideas y recursos humanos.
En el otro extremo, nos presenta la banca ´a la americana´ en la que las
fluctuaciones bursátiles son la única guía para empresas, personas o bienes.
Evidentemente, con el buen hacer Gavras deja al espectador casi con la
obligación de censurar o aprobar uno u otro sistema. La película nos ameniza con
gags cómicos, que muestran la forma de obrar si el protagonista actuara con un
pensamiento puramente primitivo. Pero seamos sinceros, no dista mucho de cómo
nos gustaría actuar en algunas ocasiones. Por último, valoro positivamente que
las actividades financieras no se adscriban a ningún culto religioso concreto.
El fin es idolatrar al marxista ´Dios Dinero´.
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