Las vacaciones de navidad ya
han terminados para todos (incluso para Pablo
Iglesias después de meses sin aparecer en los medios de comunicación y
hacer gala de su telegenia) y la política en Cataluña parece desengrasarse y
volver a su funcionamiento, sin más adjetivos. Los resultados de las elecciones
del 21 de diciembre han sido un reflejo de la división de la sociedad catalana,
aunque tampoco difieren mucho de los últimos comicios en toda España –una de
los adjetivos más utilizados en ambos casos es ingobernable–.
A pesar de que la XII
Legislatura haya comenzado con una aparente normalidad, el lastre
independentista no ha desaparecido en la Cámara y tardará en hacerlo a pesar de
la aplicación, todavía vigente, del artículo 155 de la Constitución.
El orden del día del pasado miércoles fue la
elección del presidente del Parlamento, máximo responsable de la Cámara
Catalana. Antes de la votación, la mesa de edad del Parlament –órgano de
carácter transitorio que preside inicialmente las sesiones constitutivas de una
cámara legislativa tras unas elecciones– fue la encargada de inaugurar un
nuevo año electoral en Cataluña. El presidente de este órgano fue Ernest Maragall, diputado hasta 2012
del PSC. El hermano del presidente de la Generalidad de Cataluña no desaprovechó la ocasión para lanzar sus proclamas soberanistas.
Antes de analizar cuáles fueron las palabras de Maragall es
necesario recordar que la mesa del hemiciclo posee un gran poder y entre sus
atributos está establecer el orden del día, supervisar el trabajo
parlamentario, interpretar el Reglamento y dirigir los servicios del Parlamento.
Las funciones son idénticas a las de la mesa del Congreso de los diputados. Por
todo ello, es de esperar que la persona que ostente su presidencia deba hacerlo
con mesura, independencia y en aras de todos los diputados. Si alguien viniera
de otro país y le preguntara de qué partido es el presidente del Parlamento, en
función de su actividad, la mejor respuesta sería la duda. Pero como todos
saben por desgracia, en esta comunidad hace mucho tiempo que se ha pervertido
el sentido común, el respeto por las instituciones y el normal funcionamiento
de la actividad política. Prueba de que estas actitudes parecen continuar es el
discurso del mayor de la Cámara. No obstante, las palabras del diputado
independentista Roger Torrent, como presidente
de la mesa, pueden dar motivo de esperanza, no plena pero sí parcial. Aunque
dirigirse a los diputados con un el lazo amarillo, no ayuda; pues es sinónimo
de representar a solo una parte de la ciudadanía.
Maragall aceptó la
delegación del voto de los diputados excarcelados. Una opción de dudosa
legalidad que el Gobierno de Mariano
Rajoy no ha querido emitir un recurso de inconstitucionalidad, al respecto
para no empezar una legislatura con una derrota. Los líderes de los partidos
políticos han valorado de forma diferente esta decisión. Partido Popular y
Ciutadans han mostrado su total rechazo a la delegación del voto. Miquel Iceta, líder del PSC, ha
aprobado esta interpretación haciendo un guiño a Maragall, su anterior
compañero de filas.
El exconsejero de Educación,
comenzó su discurso acusando al Estado de no querer “Saber nada de
reconciliación ni de soberanías compartidas”. Dialécticamente puede sonar
pomposo y hasta plausible pero objetivamente, imputar al estado funciones que
no le corresponden es de una necedad absoluta. Alguien debería decirle al
exsocialista que en ningún Estado federal, puesto que no hay comparación con el
modelo autonómico, la soberanía es compartida, puesto que estaríamos en un
modelo confederal.
El diputado de más edad de la
Cámara también rocordó a los diputados fugados, según Maragall en “En el exilio”, nombrándolos uno a uno y le ha faltado
tiempo para volver a cargar contra el Estado y la celebración de las elecciones
al amparo del artículo 155. Y continuó “Quienes tendrían que estar aquí
son precisamente los que no están”. La neolengua orwelliana forma parte del
discurso independentista y prueba de ello son estas palabras. Habría que explicar
al militante de Nova Esquerra Catalana que exiliarse es abandonar un país por
motivos políticos o expulsar a alguien de un territorio. El señor Puigdemont y su cohorte han huido cual
cobardes, no por asuntos políticos sino judiciales. Igual que huían los etarras
a Venezuela para no ser juzgados. Por lo tanto, si no están es porque no
quieren estar ni asumir las consecuencias de sus actos. La huida es una prueba
de que saben que han hecho algo mal.
Para finalizar su panegírico
secesionista hizo mención a varios hechos ocurridos en el pasado. El
primero y más reciente es la votación ilegal. Repito, ilegal, celebrada el 1 de
octubre del año pasado. Sobre esta encuesta callejera, el diputado europeo afirmó que “Será recordado como el día que la ciudadanía se hizo maestra de
su destino”. Una vez más, y sin importarle lo más mínimo, volvió a faltar a la
verdad pues solo mediante cauces legales; es decir, mediante competencias
propias, los ciudadanos expresamos nuestro destino. Lo hacemos en diversas
elecciones de distintos ámbitos y lo hemos hecho en el pasado con plebiscitos
legales como la aprobación de la Constitución española o la entrada de España a
la OTAN.
El segundo hecho histórico que
mencionó Maragall fue la vuelta a la normalidad democrática, por parte de Josep Tarradellas, después de la
dictadura franquista. Este presidente ilustre sí tuvo que exiliarse, para
evitar su muerte. No hay que ser doctor en ciencias sociales para darse cuenta
de que su pretensión era hacer un paralelismo con la situación actual, que
objetivamente no tiene nada que ver. Pero continuando con su comparación, diré
que los que han comprometido el pasado, presente y futuro cercano de Cataluña
han sido los defensores de la desunión y la fractura. Han sido los partidarios
del secesionismo unilateral a sabiendas de su ilegalidad, y lo que es más
importante y doloroso a la vez, con conocimiento de causa del daño que
ocasionarían a todo un pueblo, al conjunto de todos los catalanes; y por
derivada, a todos los españoles.
Volviendo al orden del día,
el objetivo de la jornada del miércoles fue la votación para elegir al presidente del Parlamento. Hace escasos
días conocimos la candidatura propuesta por Ciudadanos, partido ganador de las
elecciones, a este órgano; la del diputado José
María Espejo-Saavedra, abogado y especialista en derecho bancario y nuevas
tecnologías, quien ha tenido que conformarse con la vicepresidencia segunda.
Planteo una pregunta, que
igual ustedes también tienen en la cabeza ¿Cómo es posible que el ganador de
las elecciones no pueda presidir el órgano colegiado de la Cámara? La respuesta
es simple pero triste, porque los diputados de las confluencias de Unidos
Podemos-En Comú Podem-En Marea no hicieron nada para impedirlo y entonaron el manido y cargante discurso
de “No vamos a apoyar a ninguno de los dos bandos”. En política, cuando un
partido abandera una opción que no puede enmarcarse en otra (normalmente dos)
hablamos de tercera vía. Este concepto de origen económico, considero que no
tiene cabida en este asunto pues lo que diferencia a los dos grupos es que uno
es partidario, y así lo anuncian airadamente, de saltarse todo texto legal
vigente (da igual que sea el de los letrados del Parlamento, que el Estatuto de
Autonomía o que, en última instancia, la Constitución Española) mientras que la
suma de Ciudadanos Partido Socialista y Partido Popular les une la defensa de
la Constitución. Por ello, la posición de Podemos, en este asunto, es partidista,
equidistante y nada íntegra; al igual que en otros temas.
La opción de los
independentistas, que había sido anunciada el día anterior, es la de Roger Torrent. Un desconocido, para
muchos, diputado de ERC por Gerona que como buen político de profesión que vive
de la política, en la terminología Weberiana, no ha trabajado nunca fuera de
las instituciones pero no considero que sea, ni mucho menos, un animal
político. El cachorro republicano se afilió a las Juventudes de Esquerra
Republicana de Catalunya con la edad de 19 años y tan solo uno después ya fue
elegido concejal de Sarrià de Ter. Desde 2007 es alcalde de este municipio y en
la pasada legislatura fue el portavoz adjunto del grupo de JxSí. El politólogo
es considerado como un hombre “duro” del secesionismo y predilecto de Marta Rovira y Oriol Junqueras. Con su
nombramiento es el político más joven en ocupar el puesto, con 38 años.
Como mencionaba
anteriormente, el presidente de la Cámara debe ser, o por lo menos aparentar
–como afirmaba Maquiavelo–, aséptico políticamente y alejado de discursos
ideológicos. Es decir, todo lo contrario que su antecesora e investigada Carme Forcadell. Personalmente no tengo
una excesiva confianza en el nuevo presidente aunque debo reconocer que en su
discurso sí da pasos hacia un entendimiento o por lo menos hacia una
tranquilidad política.
El señor Torrent, cuyo cambio físico ha sido muy
comentado en las redes, afirmó que “Quiere coser la sociedad catalana” y
también tuvo palabras para aquellos que no le han votado: “Les digo que
intentaré ganarme la confianza durante mi mandato”. Con tono conciliador y
carácter “Humilde”, llamó al entendimiento y a “Llegar a acuerdos con los
que no siempre piensan como tú, pero con los que hay que entenderse".
Además, ante la sorpresa de algunos diputados, sostuvo que quiere “Hacer
de la democracia y la convivencia los pilares fundamentales". Pero la
democracia de verdad, es decir, la única que existe. No las tópicas perversiones de los
diputados independentistas.
Por último, el diputado no olvidó –y no me parece del todo mal– a Oriol Junqueras, Joaquim Forn
y Jordi Sànchez, "Que están en
prisión preventiva”. Además, señaló como objetivos comunes “Fijar la
agenda y el rumbo político en los próximos años” y “devolver las instituciones
al país y ponerlas al servicio de la ciudadanía". Estas últimas palabras
son manidas y expresan poco contenido –lo que el filósofo argentino Ernesto Laclau llamaría significantes
vacíos–, pero en comparación con otras manifestaciones abiertamente
independentistas, son comedidas.
Que el discurso ha
descuadrado los esquemas de los grupos parlamentarios es un hecho y prueba de
ello son las visiones antagónicas de Ciudadanos y la CUP pero con un mismo hilo
conductor. La primera formación, porque no cree el discurso en clave
institucional de Torrent y la
segunda, precisamente por lo contrario. Aunque para los radicales, de este
partido, si no se habla de boicot o ruptura siempre son palabras tibias.
A pesar de la simbología
independentista en forma de lazos amarillos, alusiones a los encarcelados y
huidos y aplausos a los imputados tengo ciertos motivos para afirmar que una
nueva etapa política puede abrirse en Cataluña. Si es cierto o no lo veremos en
dos semanas, cuando la mesa tenga que decidir si aprueba o desoye el informe de
los letrados sobre la no investidura telemática de Carles Puigdemont.
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