Fernando Trias de Bes nos sitúa en junio de 2010 en el barrio madrileño
de Vallecas. Como si de un diario se tratara, narra la historia de un camarero
en paro al que le ofrecen trabajo en un crucero de lujo. Este acepta aunque
para ello tenga que dejar a su mujer, aparentemente embarazada.
Cuando embarca descubre que en
ese barco va a tener lugar la boda entre el exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi y la modelo Noemí Letizia. Al enlace están
invitados los presidentes y primeros ministros más importantes del mundo. En el
momento de la celebración, el barco choca contra una roca y naufraga. Los
mandatarios y trabajadores de la embarcación se dirigieren a las barcas de salvamento y el bote del protagonista,
dirigido por el expresidente español José
María Aznar, llega a una isla desierta.
A lo largo de la estancia en un
archipiélago desconocido irán apareciendo, en una cueva, personajes que han
marcado la historia política y económica del mundo occidental. El primer
espíritu es Adam Smith –economista y
filósofo precursor de la economía clásica– y les aconseja la división del
trabajo. Con el paso de los días se van dando cuenta que necesitan organizarse
del mismo modo que un Estado y para ello fundan partidos políticos.
Posteriormente aparece Karl Marx –filósofo, economista y
pensador comunista– con el propósito de establecer un salario a los
trabajadores mediante trueque aunque este sistema no termina de funcionar. La
solución pasa por crear una moneda pese a que la aparición de Friedrich Engels–filósofo y revolucionario
alemán– acarree discrepancias. Las diferentes posturas confluyeron en unas
elecciones ganadas por el Cavaliere,
quien crea una moneda, el mejillón. Esta idea genera un
serio problema, el robo de mejillones. Para solucionarlo, el banquero Emilio Botín crea el Banco San Molusco
y la política Esperanza Aguirre
contrata los servicios de un detective. Con el objetivo de buscar otras islas,
nombran ministro de Exteriores al cantante estadounidense Michael Jackson, quien finalmente es el exvicepresidente de la
Generalidad de Cataluña Josep-Lluís
Carod-Rovira.
Los isleños deciden montar
negocios y el mayor de los hermanos Botín
les presta el dinero para ese fin, pero cuentan con el recelo de los políticos.
Su aliado es la aparición de Flavio
Briatore, exdirector deportivo del equipo Renault; personaje
que consigue generar desconfianza y provoca que los depositantes se apresuren a
retirar su dinero. Por falta de liquidez, solo los primeros lo consiguen.
Alan Greenspan –expresidente de la Reserva Federal estadounidense–
consigue tranquilizarles y crea un Banco Central, Reserva Bivalva, dirigido por
Jean-Claude
Trichet, expresidente del Banco
Central Europeo. Debido a las constantes incertidumbres sube y baja los tipos
de interés de forma descontrolada, hasta tal forma que decide dejarlos en un 0%.
Los peculiares ciudadanos deciden guardar su dinero en Banco de Botín a un interés fijo.
María Teresa Fernández de la Vega –exvicepresidenta socialista– encuentra en el fondo del
mar una reserva de monedas moluscas. Los habitantes pensaban que sus problemas
financieros habían desparecido, pero estaban equivocados; se agravaron por las continuas subidas de
precio. Llegó un punto en el que tuvieron que cambiar a otra moneda, el Nuevo
Mejillón –por recomendación de Milton
Friedman –economista estadounidense defensor del librecambismo–.
El
ministro de Exteriores regresa de su viaje y avisa a sus compañeros de la
existencia de más indígenas. El fisiócrata François
Quesnay persuade a los insulanos para que no comercien con ellos, aunque
con poco éxito. Surge también el problema de la inmigración –explicado por el
erudito demógrafo Thomas R. Malthus–.
Ante
la aparición del exótico camaleón, todos los ciudadanos quieren tener uno, y para ello se endeudan. El economista británico
John Maynard Keynes propone el
endeudamiento del Estado, que genera un déficit galopante. El rey del
rock encuentra una isla con ciudadanos chinos y
tras pactar el cambio de divisas comienza la exportación y la compra de deuda,
hasta que finaliza la liquidez. La solución del expresidente Aznar es recalificar terrenos; en
definitiva, crear una burbuja inmobiliaria. Sus problemas y quebraderos
financieros terminan con un rescate y el regreso a sus países. El
protagonista vuelve a su hogar y descubre que el embarazo de su mujer era
psicológico.
ANÁLISIS CRÍTICO
La grandeza de esta obra es ser única
en la forma de explicar las bases en las que se sustenta un Estado. A pesar de
mi rechazo a los tópicos, el lema de “Una imagen vale más que mil palabras”
puede definir esta obra por la abundancia de bocetos. Otros libros explican la
ciencia económica desde una perspectiva meramente teórica y aunque incluyan
casos prácticos, pueden resultar pesados incluso para los amantes de la
economía.
La pedagogía ha demostrado que
cuando un estudiante entiende lo que estudia no lo olvida. Fernando Trias de Bes ha aplicado esta máxima en su obra y lo ha
conseguido. Cualquier lector recordará siempre la moneda molusca, el nombre y
las andanzas de los personajes de la obra, sin necesidad de un gran ejercicio
de memoria y qué mejor manera de hacerlo que mediante un cuaderno de bitácora.
El escritor también acierta en este peculiar formato.
No nos engañemos, Mil millones de mejillones no es un
cómic o un mero pasatiempo; es una obra económica de la que podemos sacar
algunas enseñanzas. Todos los libros de texto comienzan con la diferenciación
de microeconomía y macroeconomía pero ninguno consigue explicar de forma tan
clara las dos partes de esta ciencia y su constante interrelación.
Si ojeamos el libro puede parecer
demasiado fácil, pueril e incluso obvio pero a medida que las situaciones se
van complicando también lo hace la economía financiera. ¿De qué sirve que un
profesor de economía sepa todas las doctrinas y autores si no sabe cómo transmitirlas?,
de nada. O ¿de qué sirve que un estudiante o un profesional de una empresa
tenga todos los conocimientos si no sabe cómo aplicarlos?, de nada tampoco. Por
ello, este libro puede dar luz a las anteriores preguntas.
Mil millones de mejillones no tendría sentido si no contara con una
minuciosa caricaturización de los principales mandatarios e ídolos. Por lo
tanto, se da una armonía entre las personas y personajes (papel que representan
en su profesión). Esta simbiosis permite extraer la conclusión genérica de que
los políticos de esta época no entienden mucho de números sino de palabras,
muchas de ellas vacías; en la terminología del filósofo argentino, Ernesto Laclau, significantes vacíos.
De forma individualizada, el
autor destaca las peculiaridades de los personajes públicos o por lo que son
más conocidos. No obstante, siempre lo hace con un escrupuloso respeto hacia
las personas que intervienen potenciando una autocrítica y dejando que el
lector ponga los adjetivos. Este punto es el que da un humor a este libro y
hace que sea aún más dinámico y entendible.
Otro dardo del autor es la santificación
de los economistas, por parte de los personajes, dotándoles de una farisaica
omnipotencia incluso cuando las decisiones de unos se encontraban contrapuestas
con las de los otros. El protagonista no tiene nombre, porque podemos ser
cualquiera de nosotros en la vida real recibiendo un constante bombardeo
ideológico y observando como los todólogos –cortesía de P. Bourdieu– algunos economistas, están más centrados en cuestiones
partidistas que en hacer un análisis exhaustivo de los problemas. Unido con lo
anterior, también observo el concepto cortoplacista a la hora de la toma de
decisiones lo que agravó los problemas de los isleños; e incluso los creó, como
el sobreendeudamiento sin importar sus consecuencias.
Tales situaciones hacen
reflexionar sobre la idea de que en economía las decisiones deben tomarse
primero conociendo el problema, después siguiendo una hoja de ruta y por último
buscando una solución a medio-largo plazo. Cuando no se hace de tal modo, en la
realidad, no hay un rescate físico –como en el libro– para volver a un punto
inicial, sino que hay un rescate financiero –o línea de crédito para los
puristas– cuyas consecuencias son más que duras.
Probablemente, el objetivo último
que persigue Trías de Bes,
economista y ensayista, es aumentar las nociones de economía y que al mismo
tiempo resulte interesante. Los dos cumplidos. No obstante, me queda la duda de
qué va antes: si un libro económico con dosis de humor, o un reír para no
llorar, por las actuaciones de algunos
de los personajes reflejados en este libro.
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