Cuando una persona le cuenta
a otra que tiene “Un plan”, la pregunta inmediata del interlocutor es: “¿en qué
consiste el plan?”. En esta obra, representada en el Teatro Marquina, además de
descubrir el plan (en singular) descubriréis los planes (en plural) de sus artífices.
El director Ignasi Vidal adapta su propia obra –en
forma de libro– al teatro y que, por su ejecución, podría ser tildada con el
adjetivo de maestra. El plan es una
obra que embebe de distintas vertientes artísticas, lo que la convierte en un crisol
de géneros y subgéneros teatrales. El género predominante es el de tragicomedia
(contemporánea), al presentar un suceso principal de la vida real donde lo humorístico
se mezcla con lo trágico. Si incidimos en la faceta cómica nos
encontramos con una comedia de intrigas, donde el espectador sigue con ansiedad el
transcurso de la obra, para conocer su final. No obstante, en esta
representación, la comedia y el drama convergen en lo psicológico y filosófico, lo
que hace que estemos ante un texto muy completo.
En El plan descubrimos la vida de tres personajes (Paco, Ramón y Arcade) que les une algo
más que una amistad de quince años. Los tres han sido despedidos de una
factoría de automóviles por el traslado de la sede a Polonia y los tres han
fracasado en sus proyectos anteriores, pero ninguno de ellos ha desistido en su
empeño por seguir adelante. Una mañana, los tres amigos quedan para ejecutar “el
plan que hará cambiar sus vidas”. A lo largo de las casi dos horas de función
iremos descubriendo historias pasadas y los secretos más íntimos de este
entrañable trío. La obra finaliza con un inesperado y arriesgado final que,
además de sorprender, dará qué pensar a los asistentes.
El sello psicológico es una
de las esencias de esta obra. En ocasiones esta virtud pueda volverse en contra
por el esfuerzo que debe hacer el público si quiere exprimir al máximo el texto
de la representación. No obstante, Vidal
también incluye en el libreto conversaciones intrascendentes, que parecen estar
sacadas de comentarios cotidianos y que desahogan la carga profunda de la trama.
En la personalidad de los protagonistas, observamos patrones estudiados por la
psicología. Los personajes comienzan la representación con una serie de rasgos
que no son los suyos propios, sino que están revestidos de una coraza para no
mostraste tal y como son. En el transcurso de las escenas, las circunstancias irán provocando que cada uno se vaya despojando de sus capas (en psicología se
denomina efecto cebolla). En su relación de camaradería, los tres histriones
van moldeando a sus personajes de los rasgos de sus compañeros, asumiendo roles
que no les corresponden. También podemos aplicar la teoría del espejo (formulada
por el psicoanalista francés Jacques Lacan) que sostenía que las relaciones
interpersonales son en realidad iteraciones con uno mismo. Por todo ello, los
tres protagonistas son arquetipos de la sociedad actual, marcada por el drama
del desempleo que arrastra a otras facetas como la familiar o emocional.
Los tres actores en conjunto
se complementan a la perfección e imprimen en la obra una viveza, que no suele
ser típica de los dramas teatrales. Los cambios de registro y los silencios en
la función son ejecutados con maestría. Las entradas y salidas a escena aportan
dinamismo a la representación. Los actores intercalan con destreza soliloquios
–que permite que el espectador entre en sus vidas– y conversaciones paralelas
en distintos lugares del escenario.
Javier
Navares da vida a Paco,
un hombre casado que vive fustigado por sus complejos varoniles, y atormentado
por su nerviosismo exacerbado. Este personaje, que sobrevive económicamente gracias
a su mujer, basa sus frases en argumentos de autoridad. Este actor madrileño es
un rostro conocido de series televisivas y obras teatrales, aunque en esta
ocasión se centra en su faceta más dramática que la ejecuta a la perfección. Navares dota a su personaje de un carácter
pragmático e irreflexivo pero, a la vez, de emociones humanas que trata de
ocultar.
Chema
del Barco representa a Ramón,
un hombre casado y con dos hijos cuya vida exuda tristeza y abatimiento. Su
personaje es el responsable de los giros en el guion y el desencadenante de
esta historia. Del Barco, que ha
participado en un sinfín de series televisivas y obras teatrales, tiñe a Ramón de ternura y modosidad. La complejidad
en su interpretación radica en que los tempos, a la hora de recitar su papel,
son lentos y corre el peligro de caer en el aburrimiento, aunque no comete tal
error.
Por último (en orden de
aparición), Manuel Baqueiro
interpreta a Andrade, una persona que
huye de toda responsabilidad y disfruta de la vida con parsimonia, tranquilidad e impuntualidad.
Baqueiro, conocido por su papel en
telenovelas, aporta (ayudado de su acento gallego) los momentos más cómicos de
la obra. El carácter despreocupado de su personaje es difícil de interpretar por
la cercanía al pasotismo, aunque lo concluye con solvencia.
Otra de las virtudes de esta
obra es que el público no será un ser inerte sentado en la butaca, sino hará
las veces del cuarto amigo de la pandilla. Su papel será el del indiscreto
observador de los tres actores como si de una película de Hitchcock se tratara.
El espectador también estará pendiente, además de descubrir en qué consiste el plan, de los relatos alternativos de
los personajes y de sus proyectos de vida. Por lo tanto, la función no termina
con el aplauso final, sino con las reflexiones de un público que puede departir personalmente con los actores.
En
esta obra tienes un plan: ir a descubrir El plan
Autor
y director: Ignasi Vidal
Reparto: Chema
del Barco, Javier Navares y Manuel Baqueiro
Lugar:
Teatro Marquina (Calle de Prim, 11, 28004 Madrid)
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