La memoria nos juega malas
pasadas y la mentira puede ser un refugio, cuando no un arma, para esconder
aquello que no queremos que sea desvelado. Esta combinación es una de las
esencias de esta obra que pueden ver en el Teatro
Fernán Gómez.
Podemos situar La casa del lago dentro de la categoría
de thriller, pues narra
acontecimientos dramáticos marcados por un clima de expectación y suspense y
finaliza con un desenlace inesperado. Si buceamos dentro de este género,
encontramos el thriller psicológico, donde
el enfrentamiento mental entre los personajes juega un papel central. Estas
características están aderezadas con toques detectivescos y recrean una partida
de ajedrez, donde cada movimiento marca la pauta del siguiente y puede definir
el jaque final.
El dramaturgo Aidan Fennessy nos invita a conocer
desde nuestros asientos, como si de una sala con cristales unilaterales se
tratara, a Óscar Almeida (Óscar Fran Calvo). Este abogado
criminalista se despierta en una habitación de hospital sin recordar cómo ha
llegado hasta allí. Para intentar encajar las piezas de su puzle, le acompaña una
psicóloga, Alicia (Verónica Ronda). Un trágico accidente,
en el que Óscar se ha visto
involucrado, será el tema de conversación entre ambos. Pero cuentan con un
inconveniente: el abogado ha olvidado todo lo sucedido, no recuerda nada a
corto plazo, y cada cierto tiempo su mente se resetea. A medida que avanzan los
días crecerán las dudas sobre qué es, o no, certero y cuál es toda la verdad de
lo sucedido.
La historia que nos propone
uno de los directores australianos más afamados, Aidan Fennessy, me atrapó ya solo con leer la pequeña sinopsis
recogida en el programa de mano. Este sentimiento fue en aumento mientras
contemplaba la representación. La antonimia verdad-mentira es un tema socorrido
en la cartelera actual, pero ninguna obra lo aborda desde el carácter
psicológico e introspectivo, como sí ocurre en esta ocasión. Fennessy trata con inteligencia al
espectador e introduce en el relato aproximaciones a la lógica filosófica
clásica, como con la paradoja resumida en la frase “Yo siempre miento”, y a la
lingüística aplicada. No obstante, el dramaturgo sabe rebajar la complejidad
intrínseca del texto y convertirlo en un relato entendible, a la vez que
atrayente. Los amantes de las novelas policiacas gozarán con las menciones,
algunas implícitas, al maestro del relato corto, Edgar Allan Poe.
Otro de los aciertos de Fennessy, del trabajo conjunto de la
traducción de Fran Calvo y de la
dirección de Fernando Soto, es la medición
exacta de los tempos de la representación. En 90 minutos todos estos
profesionales son capaces de proyectar una historia, con sentido, y, a la vez, hacer
reflexionar al espectador sobre los límites de la memoria, la permeabilidad del
ser humano y las verdades intoxicadas.
El autor y director Fernando Soto dirige esta
representación de manera magnífica y ayuda a que los dos actores saquen todo su
talento y lo pongan a disposición del público. La actuación de Óscar Fran Calvo y Verónica Ronda es soberbia. Ambos otorgan un ritmo cinematográfico
a las escenas y demuestran su dominio sobre el proscenio, marcado por la
escasez de movimientos al encontrarse en una pequeña sala. Hubiera sido un
acierto que los artistas explotaran aún más los movimientos faciales, en formas
de miradas, y alargaran los silencios en algunas de sus frases.
Fran
Calvo da vida a Óscar
Almeida, un abogado criminalista con una vida resuelta y metódica, pero a raíz
de un accidente su memoria a corto plazo se ve alterada. Su papel entraña una
dificultad mayúscula aunque este actor lo haga fácil. Con las preguntas y
respuestas y la reconstrucción de sus últimos recuerdos engaña continuamente al
espectador. Antes de empezar la función, este actor ya está escenificando su
papel, tumbado en una cama, con pequeños movimientos peristálticos. Calvo, que ya había trabajado bajo la
dirección de Fernando Soto en Constelaciones, interpreta con maestría
y exactitud las dos caras de su personaje: por un lado, el carácter crispado y
agresivo y sus conductas maniaco-depresivas y por otro, los lapsus mentales y
pérdidas transitorias de consciencia.
Verónica
Ronda se mete en el papel de Alicia, una psicóloga que tiene como única función establecer el
perfil psicológico de Óscar. Esta
actriz, cada vez más condecorada, interpreta con soltura y acierto la figura de
autoridad y sabe mantener un tono serio y frio que otorga fuerza y contundencia
a la representación. Por otra parte, agradezco las muestras de compasión de su
personaje por las reacciones de Óscar
que nos deja entrever su lado más humano, aunque sin perder en ningún momento
su profesionalidad.
La escenografía e
iluminación atmosférica son otra de las virtudes de esta obra. Javier Ruíz de Alegría es capaz de que
el espectador llegue a sentir cierta claustrofobia por la penumbra de la sala y
el uso medido de la voz en off. Este
tono intimista solo es alterado por la luz artificial de la habitación que me
recordó al de una sala de interrogatorio donde el espectador hace las veces de
observador indiscreto, como si de una película de Hitchcock se tratara.
En
La casa del lago descubrirás una historia
donde la memoria y la mentira, o la ausencia de ambas, son sus protagonistas
Autor:
Aidan Fennessy
Dirección:
Fernando Soto
Reparto:
Verónica Ronda y Fran Calvo
Escenografía
e iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Funciones:
hasta el 1 de abril
Lugar:
Teatro Fernán Gómez (Plaza de Colón, 4, 28001 Madrid)
Contacto: https://www.teatrofernangomez.es/actividades/la-casa-del-lago
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