Depende de quién cuente un
relato, la historia puede ser de una forma, o incluso de su contraria. En la
obra que nos ocupa pueden quedarse con la versión que deseen. La realidad es
que estamos ante una de las mejores obras en cartelera y solo tienen que
visitar el Teatro Bellas Artes para comprobarlo.
Cuando dos maestros de las
artes escénicas, como Paco Bezerra y
Luis Luque, unen sus fuerzas, el
resultado solo puede ser positivo y en este caso lo tildo de sobresaliente. Bezerra escribe esta obra con sus
rasgos característicos, un lenguaje poético, una estructura innovadora y una
nueva forma de abordar los temas actuales (en esta ocasión el mito de la mujer
fatal). Por su parte, Luis Luque hace
lo que mejor sabe, dirigir. Luque
plasma todo lo que cualquier espectador desea ver en una obra: intriga, fantasía
y suspense. Este tándem consigue que Lulú
sea una suma de dos artes: la literatura y el teatro. Si abordamos esta
obra desde el quinto arte, la literatura, estamos ante un relato fantástico y cuasi
fabuloso (un ser en forma de mujer transforma la vida de los personajes con acciones
cercanas a lo imaginario). Si lo hacemos desde el teatro (entendido como la
suma de manifestaciones artísticas y culturales) podemos observar rasgos
melodramáticos (énfasis en un relato sentimental con la ayuda de música
instrumental) y crueles (entendido como aquel subgénero que busca marcar al
espectador mediante acciones impactantes e inesperadas). Optemos por la mirada
que optemos, Bezerra y Luque extraen lo mejor de cada disciplina
y convierten a esta obra en un éxito artístico.
El autor nos invita a
conocer la vida de Amancio y de sus
dos hijos. Amancio (Armando del Río) es un viudo al frente
de una plantación de manzanos. Su mujer falleció por la mordedura de una serpiente,
y desde ese instante su vida es desventurada y monótona. Sus dos hijos, Calisto (César Mateo) y Abelardo (David Castillo), abroncan a su padre por no superar aquel suceso
trágico y dedicar su vida en dar caza a aquella serpiente asesina. Una noche, Amancio ve a una extraña mujer
semidesnuda en medio del bosque, Lulú (María Adánez). Su presencia cambiará
las vidas de esta familia y la suya propia. Lo que en un principio era el
paraíso, terminará convirtiéndose en un infierno, para todos. El padre de
familia y sus vástagos pedirán ayuda a Julián
(Chema León), un ex-sacerdote
que dará su visión de la historia y les ayudará a consumar el desenlace.
La actuación del elenco es
soberbia. Sus frases van dando sentido a la obra, dotan al relato de onirismo y misticismo y hacen
creíbles giros inesperados en el libreto y hechos metafísicos. En el terreno
interpretativo los cinco actores están a la altura del guion. La gestualidad y
los movimientos en el escenario son acompasados, suaves y coreográficos. Los
actores masculinos miran a la actriz con la misma inocencia que lo hace el
público, como si realmente no la hubieran visto antes. Esta narración dramatizada
podría convertirse en un musical y cosechar aún más éxitos.
El actor Armando del Río da vida a Amancio, un hombre desesperado por la
muerte de su esposa a causa de la mordedura de un reptil. En una de sus frases
resume su rutinaria, dolorosa y triste vida: “La serpiente, la serpiente y nada
más que la serpiente”. Este actor tiene en su haber un sinfín de seriales, obras
teatrales y cinematográficas. En esta ocasión, lleva el peso de la obra y ejerce
el papel de narrador en la primera parte de la función. Del Río sabe transmitir los sentimientos trágicos de su personaje,
incluso en los momentos de gozo no consigue levantar su ceño para sonreír. Sostener
durante 65 minutos a un personaje mohíno y melancólico es muy complicado aunque
este actor lo haga fácil.
César
Mateo y David Castillo
interpretan a los hijos de Amancio.
Los dos hermanos critican con dureza la actitud de su padre de no pasar página
ante lo sucedido. Calisto y Abelardo
están dispuestos a dejar sus posesiones más queridas (una moto y una escopeta)
para que Lulú no les abandone. Ambos
actores son rostros conocidos de las series españolas, pero sin lugar a dudas
me quedo con este trabajo, donde demuestran madurez escénica y solvencia en el género
dramático. Sus frases corales o el reparto de roles en el escenario son algunas
de las virtudes en esta representación.
La protagonista femenina de
la obra es María Adánez, que encarna
a Lulú. Como indica el programa de
mano, este nombre es el resultado de la suma de muchos otros– Eva, Pandora, Lilith o Salome–, pero todas estas féminas tienen
como denominador común representar el mito de “la maldad femenina” y ser a su
vez, adorables por su físico y temidas por sus actos. Al principio de la representación, los
personajes masculinos presentan a esta mujer como exótica e inocente y develan únicamente
su lado erótico. A medida que avanza la obra, los tres personajes hacen ver al
espectador como esta adorable joven va tomando rasgos rebeldes, malvados y malignos.
Frente a este relato, Lulú ejerce su
contra relato, que aporta una visión bien distinta de la historia. María Adánez ya había protagonizado dos
obras anteriores a las órdenes de Paco
Bezerra, pero esta representación es especial y supera su papel dramático en
Salomé. Esta actriz se despoja de su
lado más cómico y brinda a los asistentes una actuación fabulosa, recogiendo el
testigo de del Río como narrador. Con
su papel aporta sensualidad, espiritualidad y erotismo no solo a su personaje, sino
a la obra en su conjunto.
Por último, en orden de
aparición, Chema León da vida a Julián, un religioso retirado con
amplios conocimientos bíblicos y mitológicos. León, que ha intervenido en múltiples seriales, consigue dotar a su
personaje de una actitud impertérrita. Si nos basamos en la clasificación que realiza
el formalista ruso Vladímir Propp
sobre los cuentos, este personaje encaja en la categoría del “Auxiliar” (el que
ayuda al héroe en su recorrido, en esta ocasión es la persona que conduce al
padre de familiar a ejecutar el final de la historia).
Me resulta sorprendente cómo
los espectadores pueden formar parte de la familia protagonista, tan solo con una
mesa central y un decorado sencillo. En esta obra el único eje central son los
actores y no ornamentos superfluos (que sí serían necesarios si nos
refiriéramos a un musical). La ambientación intimista es otra de las esencias
de esta obra. El humo del cigarro de uno de los personajes se suma con el del
humo artificial, con olor incluido. La música de fondo en determinados momentos
del espectáculo acompaña las frases de los actores y aporta dramatismo,
misticismo y un carácter onírico. Además recrea a la perfección sonidos
característicos como el del viento o el del fuego.
Existen pocas
representaciones en cartelera que hagan reflexionar sobre el papel de la mujer
en la literatura y los arquetipos en fábulas y relatos mitológicos. La función
podría haber continuado durante 60 minutos más y no hubiera cansado. Esta obra realza
la importancia de las dos caras de una historia, ya no solo en el relato de la propia
función sino en nuestra vida real.
Lulú,
según como se mire, es fortaleza, sensualidad o maldad. Lo que no hay duda es de
lo fabuloso, asombroso y prodigioso de esta obra.
Autor:
Paco
Becerra
Dirección:
Luis
Luque
Reparto:
Armando
del Río, César Mateo, David Castillo, María Adánez y Chema León
Funciones:
hasta el 25 de marzo
Lugar:
Teatro Bellas Artes (Calle del Marqués de Casa Riera, 2, 28014 Madrid)
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