La historia pasada la
conocemos a través de escritos que, en la actualidad, podemos encontrar en
cualquier formato. Pero ninguno de nosotros hemos estado allí para afirmar si
los hechos ocurrieron según nos han contado. Es probable que esta versión de la
historia no sea real, pero solo por las risas, merece la pena visitar el Teatro
Quevedo.
Pedro
Muñoz y Luisant Rodríguez, autores de Rómulo
el Magnífico, incluyen esta obra dentro de la comedia histórica, por
mencionar a personajes que han existido y basarse en hechos acontecidos. No
obstante, en algunos momentos –sin perder el tono jocoso– puede inclinarse
hacia el drama histórico. Lo que es indudable es que estamos ante una parodia
cargada de imitaciones burlescas. Estos subgéneros arrastran adeptos en el ámbito cinematográfico de temática
similar (reescribir la historia con humor) aunque no termina de despegar en lo
que al teatro se refiere.
José
Manuel Pardo, director de la obra, nos adentra en la ciudad
de Roma en el año 475 dc. En la historia real, Flavio Rómulo Augusto tiene que luchar contra Julio Nepote, en una guerra Civil. Además, tiene que hacer frente a
la invasión de los bárbaros del norte. A partir de estos hechos, Muñoz y
Pardo nos dan a conocer personajes e
historias alternativas. Rómulo (Jorge Valenty) quiere continuar al
frente del trono romano y sortear a sus invasores. Pero sus pensamientos están
puestos en la educación de su hija Belén.
La heredera del trono (Toño Balach)
es una rebelde y zafia muchacha que solo tiene en mente sus lujosos caprichos. Para
corregir sus malos modales, su padre hace llamar a un instructor particular Mayorum (Claudio Bandini). Por otra parte, Rómulo también contrata al pintor Afranio (Rodrígo García)
para retratar a su hija. Otros personajes que aparecen en la obra son Amadeus (Iván Calderón), obispo de Roma, Orestes (Ricardo Rodríguez),
dicharachero padre fallecido de Rómulo,
y Dacia (Iván Calderón) y Vaquerizum
(Ricardo García), influenciadores de
la época.
Solo con leer algunos de
estos ingeniosos nombres, nos damos cuenta de que los personajes de esta obra
hacen referencia a figuras televisivas conocidas de nuestra época. Los juegos
de palabras –con el latín– y nombres son una de las esencias de esta obra y el
principal motivo de risa. A pesar de ser una obra con gran cantidad de actores,
no da la sensación de un excesivo caos, puesto que las entradas a escena son
escaladas y con cierto orden. En algunos instantes de la función, todos los
actores están sobre las tablas y llevan a cabo –ataviados con túnicas– una
divertida coreografía bien ejecutada. Además, declaman frases corales
perfectamente entendibles por los presentes.
El elenco en conjunto,
interpreta con soltura a sus personajes y no escatima en movimientos faciales y
corporales, para cortejar o copular. En este tipo de teatro cómico es
recomendable que el reparto interactúe de forma directa con el público, algo
que ocurre y sirve como elemento dinamizador de la obra. Los protagonistas
también declaman apartes (palabras que dice un personaje fingiendo hablar
consigo mismo o dirigiéndose a otro u otros, y dando por supuesto que no las
oyen los demás), acuden a la improvisación y conversan con el espectador en
forma de reflexiones.
El actor y presentador Jorge Valenty se pone en la piel de Rómulo, un personaje preocupado por los
devenires de Roma pero especialmente por la educación de su única hija. Belén,
hija del emperador, es el principal nexo de unión de los protagonistas. Este
personaje es genialmente interpretado por Toño
Balach, que ha participado en innumerables obras teatrales. Como es obvio, entraña
cierta complicación que un actor tenga que dar vida a un personaje femenino,
aunque Balach lo haga fácil y muy
divertido; de hecho, es el foco central de las carcajadas. Ricardo Rodríguez también protagoniza momentos muy divertidos
imitando a un fantasma con adicción a la bebida. Ivan Calderón imprime en su texto la crítica a la opulencia del clero
e interpreta a Amadeus, un personaje
bastante plano y predecible. Esta actuación es complementada con la de Dacia, una mujer alocada que hace sudar
al mismo actor por los movimientos sorpresivos e irreflexivos. De igual forma
que a su acompañante Ricardo García,
que interpreta a Vaquerizum. La contraposición de roles
de los personajes, en el escenario, interpretados por Rodrígo García y Claudio
Bandini queda eclipsada por el humor –en ocasiones absurdo– de otros
personajes, pero es vistoso y de buena calidad artística. García aporta a Afranio
delicadeza, dulzura y cierto servilismo. Por el contrario, Claudio Bandini proporciona
dureza a su personaje.
El objetivo primordial de la
obra es divertir y consigue tal propósito. Además, también es palpable la
crítica al nepotismo y a las corruptelas, prácticas habituales en la política de
todos los tiempos.
Rómulo
el magnífico se convierte en el emperador de Roma y de la risa
Autor:
Pedro Muñoz y Luisant Rodríguez
Dirección:
José
Manuel Pardo
Reparto:
Jorge
Valenty, Ricardo Rodríguez, Rodrígo García, Toño Balach, Iván Calderón, Claudio
Bandini
Funciones:
Hasta el 8 de abril
Lugar:
Teatro
Quevedo (Calle de Bravo Murillo, 18, 28015 Madrid)
Contacto: https://www.teatroquevedo.com/romulo/
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