En el mundo de las artes
escénicas ningún espectáculo es igual a otro. Esta afirmación puede parecer una
perogrullada pero quiero hacer hincapié en la necesidad de saber valorar cada
obra como lo que es, una creación única dirigida al espectador. No obstante, es
indudable el parecido de algunas representaciones por su construcción, temática
o reparto. Por ello, en esta ocasión, invito a los amantes del teatro a salir
de lo convencional y disfrutar de una batería de obras teatrales de producción
argentina en la sala El Umbral de la Primavera.
Este recinto escénico,
situado en el centro de la capital, ofrece a los espectadores descubrir las
conexiones entre el teatro español y argentino. Viviana López Doynel e Israel
Giraldo, gestores de El Umbral e impulsores de este certamen explican que “La
sala parte de la base de conjugar su programación a las corrientes actuales en
permanente búsqueda de lenguajes a través de equipos o colectivos comprometidos
con su tiempo".
En esta ocasión, el
dramaturgo argentino Miguel Ángel
Franchi nos invita a conocer a la pareja de hermanos Taboloni formados por Omar (Santiago Dejesús) y Héctor (Severo Callaci). Tras la muerte de su padre, son los dueños de una vieja gomería
de ruta (tienda de neumáticos). El negocio familiar comienza a complicarse con
la construcción de una nueva autopista y sobre ella, una enorme estación de
servicios con una moderna gomería, dejando el negocio de los hermanos prácticamente
abandonado y depositado sobre el 'Camino Viejo', cada vez menos transitado. Cuqui, animador de fiestas en clubes de
pueblos vecinos para sobrevivir, y Titi,
antiguo jugador de fútbol amateur, deberán abandonar sus sentimentalismos y
buscar una solución para reflotar la gomería de su padre.
Tan solo con leer esta breve
sinopsis puede diferenciarse el periodo teatral argentino comprendido entre el
realismo social y el nuevo grotesco criollo. En ellos se exponen relatos con una
crítica implícita a la sociedad y a sus avances y a personajes con problemas
existenciales difíciles de superar. Cuando el espectador se sumerge en la obra también
encuentra elementos característicos del teatro argentino como la pantomima, la
farsa y el monólogo crítico. En definitiva, La
canción del camino viejo es una fantástica obra para conocer la idiosincrasia
de este teatro y extraer de forma más profusa todas sus esencias.
Dejando a un lado las características
generales, en esta obra también se abordan otros temas como la muerte, los
avances tecnológicos o las incongruencias de las administraciones en la venta y
consumo de drogas. Por otra parte, los tempos de la representación no terminan
de convencerme. La introducción de los dos personajes y la presentación de la
problemática central (construcción de una gomería moderna) son expuestas con
excesiva lentitud, así como su final. No obstante, la obra en su conjunto no
resulta pesada, pues existen revulsivos constantes como gritos, aspavientos o situaciones
cercanas al humor absurdo.
Otro de los elementos introducidos
por Franchi son las digresiones, con
el objetivo de romper el hilo de la narración y que el espectador pueda conocer
más características de los personajes principales como el trabajo de
transformista de Cuqui o el pasado futbolístico
de Titi, este último narrado bajo la
fórmula de la analepsis o flashback. El
inconveniente, en esta ocasión, del uso de las digresiones es que el espectador
pierde en algunos instantes de la representación el hilo central.
El trabajo conjunto del
dramaturgo argentino es bueno pero mejor lo es aún el dúo de actores formado
por Santiago Dejesús y Severo Callaci. Ambos viven como propias las
historia de sus respectivos personajes y realizan divertidas y exactas recreaciones
de absurdas situaciones. También resulta interesante el contraste de
mentalidades de los hermanos. Cuqui,
interpretado por Santiago Dejesús, representa a un hombre moderno
que no duda en dejar atrás sus sentimentalismos para acudir a la capital en
busca de nuevas ideas para su negocio, a pesar de que la solución a sus
problemas pueda estar en su amor por la canción y el baile. Las escenas de
imitación a Elvis y los desacompasados movimientos junto a su hermano son uno
de los momentos más cómicos de la representación.
Por su parte, Severo Callaci se viste de Titi,
un mozo servil y obediente que desprende bondad. Sus caras de inocencia, su
forma de andar y el uso de monosílabos para contestar desprenden ternura y hace
que el espectador mientras dibuja una sonrisa en su rostro se comparezca de
este personaje. Algunos instantes de su actuación me recordaron a las andanzas
del actor Roberto Gómez Bolaño en su
papel de El Chavo. Pese a las diferencias de mentalidad, el amor del uno hacia
el otro y el deseo de superar las adversidades convierten a esta enigmática
pareja de hermanos en un tándem indivisible hasta el último de sus suspiros.
La compañía Línea de Tres
opta por una escenografía austera pero con elementos cargados de emoción y
significado, como el cuadro del padre presidiendo la ceremonia de sus vidas. La
vestimenta llama la atención por su extravagancia y excentricidad pero va
acorde con ese punto loquesco de los protagonistas. Por último, la iluminación
funciona bien en la representación y termina de otorgar ese punto intimista
imperante en toda la obra.
En
la Canción del Camino Viejo conocerás
la historia de dos voces olvidadas con ganas de relatar su vida
Autor
y director: Miguel
Franchi
Reparto: Santiago
Dejesús y Severo Callaci
Lugar: El
Umbral de Primavera (Calle de la Primavera, 11, 28012 Madrid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario