Filósofos de todos los
tiempos han teorizado sobre el concepto de la vida. No solo desde el punto de
vista biológico, sino social o religioso. Y más concretamente, sus tratados han
versado sobre cómo vive el individuo y cómo es su relación con lo demás. Dependiendo
de la escuela por la que optemos, muy relacionada con el periodo histórico, la
visión de la vida podrá ser trágica o positiva pero el ser humano siempre será
el actor protagonista. Si desean profundizar sobre qué es la vida y admirar la
obra de uno de los más insignes literatos barrocos del Siglo de Oro deben visitar el Teatro Bellas Artes.
El dramaturgo Pedro Calderón de la Barca nos invita a
visitar en esta obra, estrenada en 1635, un periodo indeterminado de Polonia. Allí
reina Basilio (Yesus Bazaan) cuyo hijo tiene
encerrado en una torre solitaria. Su padre cree que Segismundo (José Luis
Esteban) está destinado a ser un monarca despótico y cruel que no durará en
arrebatarle el trono. A su cargo está el carcelero Clotaldo (Félix Martín) noble
y leal servidor de Basilio. Una
noche, Rosaura (Minerva Arbués), hija de Clotaldo,
llega a la corte disfrazada de hombre, acompañada de su criado Clarín (Alfonso Palomares).
Basilio
está
dispuesto a poner a prueba a Segismundo,
para ello lo duerme y al despertar es convertido príncipe. Pero los augurios de
su padre se cumplen, pues demuestra ser un gobernante soberbio, bruto y cruel y
este decide devolverlo a la prisión. Sin embargo, Segismundo tiene una segunda oportunidad; unos súbditos leales al príncipe heredero
entran a liberarlo y su forma de actuar cambia por completo. Además, ayuda a Rosaura y a Clotaldo en su afrenta de honor contra Astolfo (Francisco Fraguas)
y toma a Estrella (Encarni Corrales) como prometida.
La obra en su conjunto se
caracteriza por una complejidad estilística y formal muy bien llevada por el
dramaturgo Alfonso Plou. Este director
zaragozano de amplia trayectoria profesional demuestra una gran inteligencia en
la adaptación de La Vida es sueño por
reducir algunos pasajes excesivamente narrativos y modificar algunos tiempos
verbales para un mejor seguimiento. En la cartelera actual de los grandes
teatros hay pocas propuestas en verso, quizás por resultar algo más pesado. Sin
embargo en esta ocasión, el verso es ágil, ligero y fácil de seguir para
quienes no estén acostumbrados a esta modalidad teatral.
Un aspecto esencial en cualquier
obra clásica es entender qué quiso expresar o denunciar el dramaturgo para así
poderlo proyectar de forma clara a los presentes. Sin entrar en cuestiones
excesivamente profundas, Calderón de la
Barca destierra la idea de que el ser humano está determinado por un
supuesto destino y se centra en la libertad del ser humano como dueño y señor
de sí mismo. Este drama filosófico, con referencias implícitas a la obra de Platón, también contiene pequeñas tramas
sentimentales que son tratadas por Plou
–desde mi óptica con buen criterio– de soslayo. En la actualidad están muy de
moda series basadas en las disputas dinásticas y muchas de ellas embeben de
obras clásicas como esta. Por otra parte, la violencia, de forma genérica,
también está presente en esta representación pero tanto escritor como director
no se recrean en ella, sino que la expresan en reglas de poder estrictas y ponen
de manifiesto la opresión y absolutismo, en esta ocasión, de Polonia.
La función del director en
este tipo de obras, más allá de marcar pautas escénicas, es ayudar al reparto a
entender los papeles, pues las características de los personajes están bien
definidas en la obra original. Una vez cumplimentado, el director –como ocurre
en este caso– puede dejar una cierta libertad al actor para adecuar su papel a
un contexto actual. Este proceso es realizado a la perfección por Carlos Martín, experimentado director
escénico con más de una treintena de obras en su haber. Otra de las dificultades,
resuelta con acierto, es disponer sobre las tablas a siete actores más un
músico sin proyectar una idea de entropía escénica.
El protagonista sobre el que gira la obra es el de Segismundo, interpretado por José Luis Esteban. Este personaje
evoluciona a medida que avanza la obra. Al principio es definido por uno de sus
compañeros como: “De humano no tiene más que el nombre” pero va dejando la ira
y aparecen en él rasgos de humanidad. Esteban
hace un trabajo soberbio en las dos facetas de su personaje. Destaco el
instante de su cara desencajada cuando conoce su verdadera identidad y cómo va
soltando el lastre de su personaje y consigue vencer su destino. Yesus Bazaan, se viste de Basilio, Rey polaco fiel a su pueblo
pero inseguro y débil. Fía su suerte y la de su hijo al oráculo aunque luego termina
reconociendo sus errores. De la actuación de Bazaan me quedo con el tono misterioso y erudito, envuelto en la
vejez, mantenido a lo largo de la función.
En la línea anterior se
mueve Clotaldo, interpretado por Félix Martín. Este personaje es el
prototipo del fiel cortesano del monarca y el único, a parte del Rey, que conoce
la historia de Segismundo. Me gusta la complicidad de Martín con todos sus compañeros y cómo su personaje va mudando y
adaptándose al devenir de los acontecimientos. Minerva Arbués se viste de Rosaura,
personaje principal femenino y uno de los que más sorprende a los
espectadores con el paso de la obra; desde su aspecto de criado para entrar en
el castillo del rey hasta ser la hija secreta de Clotaldo. De su actuación me apasiona la fuerza y el desgarro con
el que la actriz declama su texto y la facilidad que imprime a su personaje
para conseguir, con sensualidad e ingenio, sus propósitos. Además, es la
responsable de exponer los dilemas amorosos de la obra.
Clarín,
interpretado por Alfonso Palomares,
es el compañero de Rosaura y aparentemente
es un personaje menor, pero en la representación tiene un papel importante. Palomares es el responsable de otorgar
a la obra un punto cómico y actual a la vez y de rebajar el tono filosófico. Ambas
premisas las logra con una gestualidad facial muy divertida e incluso rompiendo
la llamada cuarta pared. La pareja formada por Francisco Fraguas y Encarni
Corrales interpretan a Astolfo y
Estrella respectivamente. El primero
es el Duque de Moscovia e intenta hacer un pacto con Basilio para reinar en Polonia y Estrella está dispuesto a casarse con su compañero para heredar el
trono. Ambos son presentados como primos y ejercen de contrapeso al tándem
compuesto por Clarín y Rosaura.
La construcción escénica
tenebrista, a cargo de Tomás Ruata,
es otra de las esencias de la obra. Para esta representación había dos opciones
posibles: la primera un decorado ostentoso y unos ropajes llamativos y la
segunda, un apuesta más sobria, sencilla y funcional. En esta ocasión, se
decanta por la segunda opción y acierta. Es cierto que puede resultar menos
llamativo pero las plataformas y paneles móviles a doble altura son suficientes
para el cambio de escenarios. Sin lugar a dudas, ayuda mucho la presencia del
músico multinstrumentista Gonzalo Alonso.
Su música, cercana a ritmos tribales y con instrumentos artesanos, está muy
presente en el transcurso de la obra y acompaña a alguna de las frases, y
momentos estelares, de los protagonistas. Por último, los juegos de luces
repartidos por todo el escenario terminan de afianzar esta representación.
En la vida es sueño descubrirás que la vida es un frenesí,
una ilusión, una sombra y una ficción y que y el mayor bien es pequeño y que toda
la vida es sueño y que los sueños, sueños son
Dramaturgia:
Alfonso Plou
Dirección:
Carlos Martín
Reparto: José
Luis Esteban, Yesus Bazaan, Félix Martín, Minerva Arbués, Francisco Fraguas, Encarni
Corrales y Alfonso Palomares
Funciones:
hasta el 24 de junio
Lugar:
Teatro Bellas Artes (Calle del Marqués de Casa Riera, 2, 28014 Madrid)
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