Hay personas que viven por y
para la música. Muchos cantantes reconocen que va más allá de una profesión o
una manifestación de los estados de ánimo. Este era el caso de la cantante Edith Piaf. Si desean conocer, o
recordar, su tumultuosa historia y disfrutar de una portentosa voz acompañada
de música en directo pueden visitar el Teatro Fígaro.
Leonardo
Padrón, autor del texto, nos invita a colarnos en la vida de una
de las cantantes francesas más célebres del siglo XX. Edith Piaf (Mariaca Semprún) fue una quebradiza mujer que se ganaba la
vida cantando
en las calles de París. Un día, un hombre le dio la oportunidad de cantar en un
cabaret. Desde ese instante, su leyenda traspasó las calles parisinas y terminó
convertida
en una leyenda universal. A través de un recorrido por sus
canciones más emblemáticas, los espectadores contemplarán una vida marcada por
la intensidad, el temperamento y la desgarradura de esta cantante.
Los dos sustantivos del
título de la obra ya anticipan cuáles fueron los pilares de la vida de Piaf: su voz y su delirio. Ambas
características son proyectadas en el texto que nos propone Leonardo Padrón. Este dramaturgo es uno
de los poetas y cronistas venezolanos más leídos en su país. En esta ocasión,
deja a un lado sus entrevistas y colaboraciones para periódicos y se pone al
frente de esta obra musicalizada. La balanza entre el texto recitado y cantado
es perfecta al igual que los tempos de la representación.
Una característica propia
del texto de Padrón es presentar al
personaje de Piaf como centro absoluto de la obra, tanto es así
que los demás actores no pronuncian ni una sola palabra, solo acompañan con sus
gestos y miradas de aprobación o rechazo las acciones de la cantante. Esta
opción podría volverse en contra si el texto resultara algo pesado o si en
mitad de la obra se optara por cambiar de criterio, pero no ocurren ninguna de
estas premisas. Por otra parte, la vida sentimental de Piaf influyó sobremanera en su obra y en el estado emocional de la
artista; especialmente su relación con el boxeador francés de origen argelino, Marcel Cerdan. Este y otros amores se
reflejan de forma fiel en la obra, aunque a medida que transcurren las escenas
no resulta del todo claro quién ocupa el amor de Piaf.
La protagonista indiscutible
de esta obra musical es Mariaca Semprún,
quien encarna el papel de Edith
Piaf. Esta polifacética actriz, modelo y cantante venezolana ha participado
en todo tipo de programas, películas y espectáculos pero ha destacado en el ámbito musical. Es aquí, y más concretamente en
este musical, donde ha demostrado su portentosa voz y su don para la canción.
Continuando con sus dotes vocales, su actuación es sensacional; en ningún
momento baja el listón, y todas las canciones son interpretadas con pasión y
fuerza sin perder su sensualidad. Las melismas y giros vocales son realizados
con maestría demostrando así, porqué es una de las mejores voces venezolanas.
En una obra de carácter
biográfica y con rasgos metateatrales (en esta ocasión una actuación dentro de
otra) no solo sirve tener una portentosa voz o dominar varios registros
vocales, es necesario mimetizarse con el personaje hasta quedar absorbido por
el mismo y esto solo puede conseguirse a base de repetición y trabajo. En el
programa de mano, Padrón explica el
gran esfuerzo de Semprún para
aprender francés y así clavar a la cantante francesa. También es esencial
imitar los movimientos y gestos característicos de quién se intenta representar;
en el caso de Piaf desde su agilidad
en el escenario cuando empieza en el mundo de la canción, hasta su declive
profesional y vital solo atenuado por altas dosis de morfina. Lo mejor de todo ello es que el espectador
puede apreciar este trabajo milimétrico, tenaz e interminable de Semprún. Desde este instante, su
actuación puede ser considerada como una obra culmen dentro de su carrera.
Como en cualquier obra de
estas características, la música en directo es esencial. Los siete instrumentistas,
bajo la dirección del pianista Hildemaro
Álvarez, ejecutan a la perfección las piezas y embellecen el texto de la
obra. Voz y música son todo uno. Las canciones son interpretadas en francés y
algunas en inglés, como fueron grabadas originalmente.
Por otra parte, la
construcción escenográfica, a cargo de Alfredo
Correia, continúa la senda del libreto, pues está hecha a medida de la
cantante y se aleja de ornamentos y artificios. Solo dos plataformas dispuestas en ángulos
rectos son suficientes para ilustrar los diferentes escenarios por los que
transcurre la representación. Dichas plataformas van cambiando de posición e
incluso llegan a convertirse en juegos visuales para el espectador. No
obstante, en alguna ocasión los continuos movimientos son excesivos y no dejan
brillar a la cantante, porque los ojos de los presentes están posados sobre el
decorado móvil. El proyectado de imágenes sobre el escenario es un recurso
sencillo pero muy útil para contextualizar las acciones de la cantante. Por
último, los efectos sonoros y lumínicos son perfectos y acordes con el tono
intimista de esta representación.
En
Piaf, voz y delirio conocerás
la vida de una de las mejores cantantes francesas en boca de Mariaca Semprún y
sentirás la “Experiencia Piaf”
Autor
y director: Leonardo Padrón
Actriz
y cantante: Mariaca Semprún
Músicos:
Hildemaro Álvarez, Alexis Balanowsky, Daniel Rouleau, Oscar Fanegas, Frank
Mayea, David Moreira, Carlos Franco
Lugar: Teatro
Fígaro (Calle del Dr Cortezo, 5, 28012 Madrid)
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