La
inquietud, el inconformismo, la curiosidad y el deseo de saber y seguir
aprendiendo son uno de los mejores revulsivos del ser humano. Muchos investigadores
han descubierto nuevos avances cumpliendo estas pautas y muchos detectives han resuelto
los crímenes más difíciles no conformándose con las primeras hipótesis. De ser
valiente y luchador, del respeto, de creer en lo que uno piensa y de defenderlo
hasta las últimas consecuencias nos habla esta salvaje historia representada en
el Teatro Marquina.
El
curioso incidente del perro a medianoche, escrita por el británico Mark Haddon, es una de las mejores
novelas juveniles de la literatura inglesa con más de dos millones de
ejemplares vendidos en todo el mundo. La temática detectivesca, las dosis de
misterio y suspense y el realismo de sus personajes dan los mejores alicientes a
esta obra publicada en 2003. Estos ingredientes son la materia prima adecuada
para traspasar las hojas de un libro y llevarlo a los escenarios. La genial
idea fue todo un éxito y la obra teatral ha obtenido los más prestigiosos
galardones internacionales. Sin embargo, no deben acudir a ver esta
representación ni por mi crítica ni por los premios cosechados, sino por ser una
conmovedora historia de superación, amistad y tolerancia, arropada por un
extenso elenco de personajes que se cruzan en el camino del obstinado Christopher.
Esta adaptación del
prolífico Simon Stephens, gracias a
la traducción de José Luis Collado,
narra la historia de Christopher John
Francis Boone (Álex Villazán),
un niño con un tipo de trastorno autista, memoria fotográfica, extremadamente
observador y patológicamente incapaz de decir mentiras. Una noche descubre el
cadáver de Wellington, el caniche de
su vecina, atravesado por una horca en el jardín y decide investigar lo
sucedido para dar con el asesino. Lo que comienza como un juego de detectives
termina siendo una experiencia vital, donde una pista lleva a otra pista aún
más grande en la que se verán involucrados sus padres (Ed, Marcial Álvarez, y Judy, Mabel del Pozo), su profesora Siobhan
(Lara Grube), vecinos como la señora
Alexander (Carmen Mayordomo) y el mismo espectador.
Siempre es imprescindible
una buena dirección escénica pero en esta obra el trabajo de José Luis Arellano García es aún más
importante por diversas razones. El director artístico de La Joven Compañía debe prestar atención a la enorme cantidad de pequeños detalles en el
relato, a la dificultad en los movimientos de algunos personajes y a conseguir el
equilibrio en la balanza entre las escenas que pueden quedar al arbitrio del
espectador y aquellas donde el protagonista de la obra no lo permitiría. Arellano
García, uno de los mayores referentes teatrales nacionales trabajando con
jóvenes, cumple con las exigencias anteriores, realiza un magnífico trabajo y consigue
transmitir un cúmulo de emociones en cada escena.
Mientras veía la
representación me pregunté por qué la
obra, o una adaptación posterior, no podría titularse con el nombre del
protagonista, como ocurre en muchos otros clásicos. Probablemente la respuesta
radique en que el objetivo no es conocer la vida de un niño con síndrome de
Asperger sino conocer cómo Christopher,
a través de un “incidente”, es capaz de ir adaptándose a las circunstancias, de
madurar y de ir superando barreras, muchas veces impuestas por él mismo. Una de
las frases más bellas del protagonista corrobora precisamente nuestras
autolimitaciones: “Puedo hacerlo porque fui a Londres yo solo. Y resolví el
misterio de quién mató a Wellington.
Fui valiente”.
El peso de la representación
recae en el actor madrileño Álex
Villazán en su papel de Christopher.
Su personaje tiene dificultades para entender el comportamiento humano, las
expresiones y relacionarse con los demás, salvo con su mascota, una rata
llamada Toby. Para Villazán probablemente sea, por ahora,
el mayor reto de su carrera dada su juventud y el resultado es más que
satisfactorio. El joven actor, con apariciones en conocidas series televisivas,
imprime a su personaje delicadeza, honestidad y ternura y consigue meterse en
la cabeza de un niño de 15 años con un enorme talento para los números y una
memoria privilegiada. La transparencia de Christopher,
y el buen hacer de Villazán, hace
que el público conecte directamente con él, sufra sus miedos, celebre sus
éxitos y vaya experimentando el paso de la niñez a la adolescencia. Además el
actor de La joven compañía borda los
movimientos corporales en los brotes del protagonista, su animadversión al
contacto humano y las miradas inocentes y cristalinas. Después de interpretar a
una persona tan compleja como Christopher
puede representar ya cualquier otro papel.
Los demás personajes van
entrando y saliendo en la vida del pequeño y moldeando su conducta. Quien mejor
conecta y conoce a Christopher es su
profesora Siobhan, interpretada por Lara Grube, pues nunca deja de confiar
en sus habilidades y a veces da la sensación de que habla, incluso por él. La
actriz sevillana, con papeles anteriores en cine y televisión, aporta luz y
alegría a la representación y, con su personaje, homenajea la labor de aquellos
docentes que aman su profesión. El padre y la madre del protagonista,
interpretados por Marcial Álvarez y Mabel del Pozo van cambiándose los
roles a medida que avanza la función aunque ambos se encuentran superados, a su
manera, por la situación. Sus acciones, probablemente, coinciden con
las escenas más dramáticas de la representación pero esa dureza, y el realismo
de los actores, también impregna de verdad a la obra en su conjunto.
En esta representación veremos la vis cómica de la siempre genial Carmen Mayordomo y la relación entre dos sujetos claves para
comprender la obra, la Sra. Shears y
Rogers, interpretados por Anabel Maurín y Boré Buika. Ambos otorgan
suspense y misterio a sus respectivos personajes y a la trama del relato. Por
último, Eugenio Villota, Alberto Frías y Eva Egido dan vida a
personajes secundarios aunque imprescindibles para situarnos en Swindon, una
gran ciudad del suroeste de Inglaterra, y Londres. El reparto también nos
regala escenas conjuntas con una coreografía distributiva basada en la
expresividad y la asimetría, bajo la atenta mirada de Andoni Larrabeiti – experto coreográfico y de interpretación– y
acompañada de la música envolvente y psicodélica de Luís Delgado.
La construcción
escenográfica está alejada de ornamentos y basada en la sencillez y en la
desnudez del espacio escénico. La dificultad del montaje radica en cómo
acompañar los complejos razonamientos del protagonista. Para ello, el
escenógrafo Gerardo Vera apuesta por
elementos tecnológicos como pantallas con luz digital, videoescenas, a cargo de
Álvaro Luna y Elvira Ruiz Zurita, y móviles. Dichos recursos funcionan a la perfección y
cuando desparecen de la pantalla situada al final del escenario el espectador
los echa de menos.
El curioso incidente del
perro a medianoche es
valentía, superación, amistad, tolerancia y amor en lo que uno cree
Autor: Mark
Haddon
Adaptación: Simon Stephens
Dirección: José
Luis Arellano García
Traducción: José
Luis Collado
Reparto: Álex
Villazán, Marcial Álvarez, Lara Grube, Mabel del Pozo, Carmen Mayordomo, Anabel
Maurín, Boré Buika, Eugenio Villota, Alberto Frías y Eva Egido
Lugar:
Teatro Marquina (Calle de Prim, 11, 28004 Madrid)
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