Uno de los mayores temas de
debate en los círculos sociales gira entorno a la tauromaquia. Tanto sus
defensores como detractores exponen, casi siempre de forma acalorada,
argumentos a favor o en contra. Con independencia de la opinión de los
espectadores, estos van a encontrar un burladero común donde refugiarse: la
tragedia griega de Sófocles. Si desean entrar en ella puedan visitar el Teatro
Fernán Gómez.
Con la pluma bien afilada, Gabriel Olivares, autor y director de
este trabajo, nos propone dos obras en una: una revisión de la tragedia de
Sófocles Edipo Rey y una fábula
distópica y futurista en una España sin corridas de toros. En la primera conocemos
la historia Edipo (Asier Iturriaga), rey de Tebas y esposo
de Yocasta (Alba Loureiro) y su pueblo. Una gran peste asola la ciudad griega y
el encargado de investigar la causa –ante las exigencias de una muchedumbre
encabezada por un sacerdote (Abraham
Arenas)– es Creonte (Guillermo Sanjuán), amigo y cuñado de Edipo. La respuesta, extraída del
oráculo de Delfos, es meridiana: la muerte del anterior rey de Tebas, Layo, no ha sido vengada. Muchas son
las acusaciones y conspiraciones, algunas provenientes de los ancianos (Javier Martín) pero solo uno es el
asesino.
De forma paralela, el
espectador avanza en el tiempo y se sitúa en la futurista España de 2030 donde
las corridas de toros y cualquier otra simbología taurina están prohibidas y
penadas. Jacinto (David De Gea) está recluido en una
institución psiquiátrica, dirigida por el Doctor
Márquez (Javier Martín) a la
espera de la valoración de un comité de expertos. Se le acusa del delito de ser
“matador de toros” e integrante de una oscura mafia que todavía organiza
corridas de toros clandestinas. Su única ayuda es Teresa, psicóloga enviada por la Fiscalía de Delitos Taurinos,
responsable de decidir si Jacinto es
un enfermo mental o un delincuente común. Sin quererlo, también irá destapando
una historia pasada, donde Jacinta,
madre del matador, y Criseida, amiga
de la familia, tendrán mucho que aportar.
Como pueden observar, ambos
relatos cuentan con una gran profundidad y con tramas y subtramas propias. Para
sacar mayor partido a la representación, recomiendo a los espectadores tener
claro los puntos de partida: en primer lugar, por un objetivo práctico, no
perderse en el desarrollo de la acción, y en segundo término, para poder
extraer paralelismos y diferencias entre los dos relatos con un mismo hilo
conductor: la tragedia humana. Olivares,
director de exitosos montajes como Burundanga
o El Reencuentro, nos invita a
reflexionar sobre el futuro de la cultura ancestral, las voces del pasado
enfrentadas a la modernidad, el choque entre la legalidad y la ética y, en
definitiva, sobre lo más hondo de las pulsiones humanas causantes de la ceguera.
Como bien se resume en el programa de mano, Proyecto
Edipo es una fábula política, un cuento cruel y una historia probable en un
futuro posible.
En esta ocasión, Olivares, director, productor teatral y
creador, del TeatroLab, se aleja del
género cómico al que nos tenía acostumbrados y se pone al frente del libreto y
la dirección. En lo relativo a la propuesta inicial, estamos ante una obra de gran
complejidad textual y teatral. La gramática del relato de Olivares, director de obras como Gross Indecency y Cuatro
corazones con freno y marcha atrás, destaca
por frases cargadas de sentido, metáforas taurinas conceptuales y comparaciones
espacio-temporales. Al principio de la función tuve demasiada presión por no
entender algunos de los elementos en escena (el porqué de la bebida azucarada,
cuáles serían los puntos reales de unión de ambos relatos o cómo desembocaría
la historia) pero luego fui encontrándoles explicación. Desde mi óptica, el
tiempo lo considero excesivo si nos ajustamos a la clasificación primigenia de
cualquier historia: introducción, nudo y desenlace y algunos pasajes podrían
ser explicados por la magnífica y cálida voz
en off. Sin embargo, las casi dos horas de duración sirven para que los
actores y actrices puedan sacar lo mejor de sí y el espectador pueda disfrutar
de la simbología en ambas historias y de la construcción escenográfica.
En las artes escénicas en
general, y en el teatro en particular, hay multitud de propuestas, algunas muy
parecidas entre sí. Solo por atreverse y arriesgarse a a llevar sobre las
tablas una obra donde ciencias como la filosofía y la psicología se dan la mano
ya es digno de elogio. En otras ocasiones, he definido a Olivares como un maestro de los retos y, en este, también ha salido
airoso. La dirección teatral también corre a su cargo y como reza un dicho
teatral hay que pasar de las musas al teatro; es decir del plano de las ideas
al plano de la acción. En este sentido, considero que las pautas de este
director, en lo relativo a la disposición escénica, sirven para clarificar las
dos historias y, de nuevo, para disfrutar del torrente interpretativo del
reparto. De forma conjunta, resalto la gran potencia y fuerza vocal de todo el
elenco y reivindicar la desnudez del cuerpo humano por su enorme simbología.
El peso central de la obra
lo llevan los actores David De Gea,
en su papel de Jacinto, y Asier Iturriaga, en el de Edipo. Ambos sostienen a un mismo personaje
que, como el toro, son una fuerza de la naturaleza presa del dolor, luchan en
vano contra el entorno hostil de una sociedad fracturada y donde la
individualidad ya no tiene cabida. Los dos actores mantienen un elevado nivel
interpretativo. Probablemente sea una de las mejores representaciones
dramáticas de obras actualmente en cartelera. En el caso de De Gea, destaco su mirada fría y
hierática y su cara de perplejidad ante lo que es capaz de hacer su
protagonista, Edipo Torero, en un
plano entre el sadismo y el sufrimiento. Por su parte, Iturriaga representa a alguien quien desconoce, por locura o
negación, su pasado. La metamorfosis de Edipo
y el dolor al conocer su cruel verdad son perfectamente interpretados por
este actor.
El papel de Teresa, interpretado por Alba Loureiro, es esencial para
entender la historia y comprender el origen de la personalidad del matador. Loureiro, protagonista en Ding Dong dirigida también por Olivares, nos regala diálogos
racionales, en su papel de psicóloga, y movimientos levitatorios, como Yocasta,
mujer de Edipo. En ambos casos demuestra
una gran solvencia interpretativa. Al igual que ocurre en la tragedia griega de
Sófocles, el influjo de la figura
materna marca el futuro de su hijo. En esta ocasión, la actriz Carol Verano se viste de Jacinta, una posesiva y enfermiza mujer
causante, o partícipe necesaria, de la locura de su hijo Jacinto. El realismo, la voz entrecortada, las manipulaciones
psicológicas y los movimientos torpes son perfectamente interpretados por la
actriz navarra.
Otros personajes necesarios
para apuntalar la representación son el Doctor
Márquez, responsable del centro psiquiátrico. Su coraza inconsistente, su
falsa autoridad y su falta de ética son perfectamente interpretadas por Javier Martín. El actor Guillermo San Juan aporta contundencia,
seguridad y fortaleza a Creonte,
hermano de Yocasta y es el
responsable de los momentos más cómicos en su otro papel de Criselda para diluir, así, la carga
dramática de la obra. Abrahán Arenas hace
lo propio como sacerdote representante de una turba enfurecida de ciudadanos
tebanos. Por su parte, Montse Rangel
aporta realismo y dramatismo en su papel de criada. Todos ellos, como ocurre en
la tragedia de Sófocles, nos regalan
frases corales sentenciadoras acompañadas de movimientos autómatas.
El amplio y profundo
escenario de la Sala Guirau es perfectamente aprovechado por Felype de Lima. El director
escenográfico apuesta por la parquedad del decorado, alejado de todo
folclorismo, y por una gran carga simbólica de muchos de los elementos en
escena: como el albero de cenizas, las rayas blancas de la cal o la disposición
del mobiliario en forma circular. Además, junto a la buena ambientación de María Calderón, también recrea
hologramas y tecnologías propias del futuro. Por último, la iluminación
metálica y fría termina de situar al espectador en la acción.
En
Proyecto Edipo asistirás a una fábula
política, a cuento cruel, a una historia probable en un futuro posible de la
mano de Sófocles
ALBERTO SANZ
PERIODISTA
Autor
y Director: Gabriel Olivares
Reparto: David
DeGea, Carol Verano, Asier Iturriaga, Alba Loureiro, Abraham Arenas, Guillermo
Sanjuán, Javier Martín, Montse Range
Lugar:
Teatro Fernán Gómez (4, Plaza de Colón, 28001 Madrid)
Contacto: https://www.teatrofernangomez.es/actividades/proyecto-edipo
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