Ser culpable y sentirse
culpable no es lo mismo. Alguien puede sentirse culpable de algo que no ha
hecho y hay quien puede ser culpable y, sin embargo, no tener dicho
sentimiento. Para la justicia prevalece el principio de culpabilidad; sin
embargo, en nuestras relaciones con los demás el sentimiento de culpa tiene más
peso. Si desean ahondar sobre este y otros temas y poner cara a sus personajes
pueden visitar los Teatros del Canal.
Daniel
Veronese, responsable de la versión y dirección, nos invita a pasar
una noche de sábado en el loft de
unas oficinas en el centro de Madrid. Allí están reunidos los cuatro fundadores
de una exitosa empresa de aplicaciones tecnológicas (Marcel –Juan Carlos Vellido–,
Carlos –Daniel Pérez Prada–, Luís –Eloy Azorín– y Verónica –Carmen Ruiz–) para dilucidar un importante tema. El fisco ha
descubierto posibles delitos relativos a la financiación y prácticas de la
empresa y, en cuestión de horas, las autoridades pueden ir a por los cuatro. No
obstante, sus abogados han abierto otra vía: uno de los integrantes puede
entregarse y asumir la responsabilidad de los otros, pagando, así, un total de
siete años en prisión. Todos parecen estar de acuerdo pero… ¿habrá alguien
dispuesto a dar el paso? Para despejar el camino, un peculiar mediador, José Veiga (Miguel Rellán) está dispuesto a ayudarles aunque suponga destapar
aspectos íntimos del pasado de los cuatro integrantes.
Los amantes del cine
recordarán la película de 2016, con el mismo nombre, dirigida por Roger Gual y con guion de Julia
Fontana y José Cabeza. Las
situaciones límites siempre son golosas para las artes escénicas y, en los
últimos tiempos, aquellas relacionadas con corruptelas y fraudes aún más. El
espectador –cuando se introduce en la trama– puede relacionar el contenido con
titulares de informativos, desgraciadamente cotidianos, y humanizar, o no, a
sus protagonistas y exonerarlos de toda culpa. En el mundo del cine una trama
cargada de intriga suele funcionar bastante bien; sin embargo, es en el teatro
donde el espectador puede apreciar de forma clarividente las relaciones,
comportamientos y reacciones humanas.
El trabajo de Veronese, prolífico actor, autor y
director teatral, es precisamente exprimir a los personajes protagonistas para
conocer todo de ellos, potenciar los diálogos y hacerlos más profundos y situar
al reparto sobre el escenario. En todas estas facetas su trabajo es solvente. Veronese conforma un relato inteligente
y claro. Este aspecto es importante porque, en otras representaciones de
temática similar, el espectador puede perderse en la trama pero, en esta
ocasión, se nota el enorme esfuerzo por clarificar los puntos de partida y que
sean los propios personajes los encargados de ir precipitando el final de la
representación. Por otra parte, y aunque no sea el objetivo central de la representación,
el espectador también recibe una lección exprés sobre la figura del mediador,
los intríngulis legales y el modus operandi para sortear a Hacienda.
Como comentaba anteriormente,
el teatro es el mejor medio para exponer sin ambages las relaciones humanas. En
este aspecto Veronese es un genio,
como ya demostró en Todas las mujeres,
y otorga a este thriller altas dosis de psicología. Los diálogos centrales
están formados por un amplio abanico de argumentos y contraargumentos cargados
de debilidades humanas. Esta fusión va en aumento en los 80 minutos de
duración, y culmina con un final sorprendente. En algunos instantes, da la
sensación de que la obra no avanza, está en punto muerto e, incluso, retrocede
pero es así como funcionan las negociaciones y la única forma de llegar una
solución posible. El aspecto menos positivo es la ubicación del reparto sobre
el escenario. No encuentro justificación para que, en algunas escenas, los actores
den la espalda al espectador. De hecho, ellos mismos intentan girarse para no incidir
en ello.
Veronese
consigue
crear, con todos los personajes, un juego de roles muy potente y desencadenante
de algunos de los conflictos. Desde el comienzo, los cinco integrantes
escondían algo; e incluso al finalizar la representación, sentí como si no se
hubieran descubierto del todo. Sin duda, un sentimiento positivo por ese
trasfondo profundo de los protagonistas envueltos en una trama compacta. Por su
parte, el elenco está formado por caras conocidas del mundo del cine, del
teatro y la televisión.
Juan
Carlos Vellido da vida a Marcel, el director general de la compañía. Este actor, con más más
de una treintena de apariciones televisivas, interpreta de forma óptima la
tranquilidad impostada de su personaje y cómo parece tener el control de la
situación. Me gusta el tándem formado por este actor barcelonés y Carmen Ruíz, como Verónica. Esta actriz, protagonista de La cantante calva, nos tiene acostumbrados a papeles más cómicos
por su facilidad para el humor, pero sabe mantener esa aura de misterio a su
personaje y explotar cuando la situación parece desviada. Eloy Azorín es Luís, el
hombre simpático encargado de mantener a los clientes en la compañía. De su
actuación destaco la actitud combativa y la garra teatral frente al perfil
dócil de anteriores papeles.
Daniel
Pérez Prada, con numerosísimas actuaciones en cine y
televisión, interpreta a Carlos, el
más joven de los cuatros y la cabeza pensante de la empresa. Este personaje está
envuelto en un halo de misterio y en una aparente debilidad por su personalidad
íntegra, todo ello muy bien representado por Pérez Prada. Por último, en orden de aparición, Miguel Rellán representa a José Veiga, un peculiar mediador
encargado de decidir quién de los cuatro debe pagar por los demás. Sus curiosas
dinámicas y métodos aparentemente simples sacarán de quicio a los protagonistas
y aportarán algo de luz ante sus envidias y rencores pasados. Rellán, Goya al Mejor actor de reparto, por Tata mía (1986), es probablemente uno de los actores con más apariciones en series
televisivas y cinematográficas por su polivalencia. En esta ocasión, vuelve a
regalarnos su templanza y serenidad en los escenarios con un personaje de
infinitos recursos y al igual que el actor rebosa experiencia y sabiduría.
La construcción
escenográfica destaca por la minuciosidad y el cuidado de los detalles. Mónica Boromello consigue crear unas
oficinas diáfanas, luminosas y con grandes ventanales. Los elementos
secundarios de la escenografía, como los dardos, también se verán reflejados en
la historia; por tanto, existe una integración plena entre escenografía y
relato. Otro aspecto muy positivo es aprovechar la profundidad del escenario
cuando los personajes mantienen diálogos entre ellos, aparentemente puede
parecer una simpleza o nimiedad pero da una sensación de normalidad y cotidianidad.
En obras de características similares (una reunión o un debate), la
representación suele dividirse en partes y ser diferenciadas por una pequeña
sintonía o por la ausencia de luz. Hubiera sido interesante incorporar estos
efectos lumínicos para potenciar el estancamiento de las negociaciones. Valoraciones
personales a parte, todo en esta obra funciona a la perfección.
En
7 años disfrutarás de un thriller muy completo donde todos son responsables
pero solo uno deberá ser el culpable
ALBERTO SANZ
PERIODISTA
Versión
y dirección: Daniel Veronese
Reparto: Miguel
Rellán, Carmen Ruiz, Eloy Azorín, Juan Carlos Vellido, Daniel Pérez Prada
Lugar:
Teatros del Canal (Calle de Cea Bermúdez, 1, 28003 Madrid)
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