Las comidas familiares, con
independencia de la excusa para celebrarlas, son como los partidos de fútbol
con rivalidad histórica, de alto riesgo. Estos encuentros también guardan
similitudes con la famosa fórmula de arresto estadounidense, advertencia
Miranda, “Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y
será usada en su contra”. En esta ocasión los asistentes, si acuden a la sala
Lola Membrives del Teatro Lara, pueden estar tranquilos porque irán como testigos.
La productora Montgomery
Entertainment con la pluma de JuanMa Pina
propone al público un nuevo espectáculo teatral que comparte sala con la
exitosa Lavar, marcar y enterrar, del
mismo autor y productores. Una obra con cinco años de duración y camino de
convertirse en la más longeva del Off madrileño. En Sidra en vena encontramos sellos característicos de la compañía,
como luego desarrollaré, unos actores conocidos para los amantes del teatro y,
sobre todo, mucha diversión.
JuanMa
Pina,
autor y director de la obra, nos invita a viajar al concejo asturiano de
Ribadesella. Allí vive la familia Pomarada –dueños de Sidra Pomarada– y como
cada noche de San Juan deciden pasarla juntos. El patriarca de los Pomarada (Mario Alberto Díez) invita a sus tres
hermanos, Aurora (Olga Hueso), Paloma (Alicia Orozco) y
Jenaro (Mario Alberto Díez) para comunicarles una importante decisión. Como
suelen ocurrir en estos casos, vendrán acompañados de maridos, amantes,
enfermeras y taxistas (Sergio Campoy).
Todos ellos asistirán a una velada –con sangre y sidra a partes iguales acompañada
de cachopos envenenados, gaitas rotas, orbayu constante y La Santina ausente– con
un mismo fin: vengarse y cerrar, así, el peor invierno de sus vidas.
La gran cantidad de
personajes, hasta doce, nos hace aproximarnos al género cómico del vodevil
caracterizado por presentar una situación con apariencia realista (dramas familiares)
pero llevada al absurdo. Una sucesión de situaciones con giros inesperados y entradas
y salidas contantes a escena. Todo ello al servicio del humor y del
entretenimiento. También encontramos referencias a series televisivas, en
formato y contenido, como la mítica Falcon
Crest y un aire a Berlanga. En este sentido, me gusta especialmente la
definición propuesta en el programa de mano “una comedia astur-pop”.
A la hora de elegir el mejor
atributo para un dramaturgo o director sería el de la ambición. En la
actualidad encontramos un sinfín de construcciones teatrales, algunos muy
similares, y solo aquellos profesionales con ganas de innovar y superarse
consiguen el éxito. JuanMa Pina,
estudioso del teatro visual contemporáneo, es de estos dramaturgos. A simple
vista parece inconcebible montar una representación de carácter vodevil en un
recinto teatral de pequeñas dimensiones con un escenario de corbata, pero Pina, lo ha hecho y ha dado en el
clavo. Las entradas y salidas del reparto son limpias y rápidas y entre escena
y escena deleitan a los presentes con danzas asturianas interpretadas con
solvencia.
En lo relativo a la trama de
la obra, me hubiera gustado una mayor claridad desde el inicio. Como ocurre en
las cabeceras de las series televisivas, los personajes podrían presentarse al
inicio, bien ellos mismos o sus compañeros mediante la figura del aparte. No
obstante, a medida que avanza la representación es relativamente sencillo
seguir el hilo de la acción. El fin último del género de la comedia y sus
ramificaciones teatrales es entretener y divertir, y así ocurre en esta obra.
Sin embargo, los excesivos giros de guion van en detrimento del humor del
texto. Por otra parte, también encontramos comparaciones ingeniosas y diálogos dinámicos,
constantes y fluidos. Esto último es especialmente importante en este género
para no aburrir al espectador.
El trabajo interpretativo
del reparto es brutal por múltiples razones. Nada más pisar la sala Lola
Membrives, Dolly, ya estaba
representando su papel. Este ejemplo puede parecer inocuo pero ayuda a conectar
desde el primer instante con el público. En otras obras de la compañía como Lavar, marcar y enterrar también ocurre,
por ello es ya un distintivo propio y sensacional. Otra de las razones de este
asombroso elenco es la versatilidad a la hora de interpretar los papeles.
Parece imposible con tan solo dos actores y tres actrices dar vida a doce personajes,
pero así ocurre. Mientras veía la representación, reconozco que en algunos instantes
me costaba distinguir quien interpretaba cada papel por la perfecta
caracterización (gracias al trabajo de Xisco
Cortés, en vestuario, o Sala Álvarez,
en peluquería y maquillaje) y ejecución interpretativa.
Es complicado resaltar a
unos actores o actrices por encima de otros, pues todos aportan en la función y
elevan el tono cómico y humorístico con gags, acentos asturianos impostados y
movimientos faciales y corporales hilarantes. Dolly, en su papel inicial de Conchita,
regenta y confidente, es clave en la representación y en la trama. Me fascina
su seguridad en el escenario y cómo va lidiando con los demás personajes. El
patriarca de los Pomarada es genialmente interpretado por Mario Alberto Díaz, de nuevo ayudado por la perfecta
caracterización. Además también representa a Jenaro, uno de sus hijos. En este papel, el actor murciano vuelve a
demostrar su vis cómica y su facilidad para hacer reír.
Olga
Hueso, la reina del off de la capital, es Aurora, una de las hijas con una manía muy hilarante. De nuevo, Hueso aporta quietud e inteligencia a
tanto embrollo. La experimentada actriz Alicia
Orozco es Paloma, la segunda
hija del patriarca incapaz de vivir acompañada. Si ya me había fascinado en su
papel de monja en La Llamada ahora me
ha conquistado por su don para el humor. En algunos instantes me recordó al divertido
papel de, Edna Moda, la diseñadora tiquismiquis en la película Los Increíbles. Por último, el actor y
cantante barcelonés, Sergio Campoy,
interpreta entre otros, a Saúl,
marido de Aurora, y a Quimtin, amigo íntimo de Jeni. Destaco sus cambios de registro y
su versatilidad; espero disfrutar más de él en otras representaciones.
Cuando acudo a la sala Lola
Membrives, siempre me pregunto cómo con una escenografía limitada pueden ambientarse
tantas historias: desde un piso de estudiantes o un lugar abandonado hasta la
escena de un crimen. En esta ocasión, la construcción ambiental -con la perfecta banda sonora regionalista de Rodrigo Cuevas-, es inteligente y
funcional, pues los grandes cuadros intervendrán en la representación. En definitiva,
quien acuda a esta obra, cuando tome una sidra siempre se acordará de estos
personajes y sentirá el líquido espumoso en sus venas.
En
Sidra en vena asistirás a una cena
familiar donde nada es lo que parece, salvo la sidra, las carcajadas y el
genial reparto
Autor
y director: Juanma Pina
Reparto: Sergio
Campoy, Mario Alberto Díez, Dolly, Olga
Hueso y Alicia Orozco
Lugar:
Teatro Lara (Calle Corredera Baja de San Pablo, 15)
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