El Teatro de la Zarzuela se
sumerge en la obra de uno de los poetas españoles más importantes e icónicos
del siglo XX con una ópera en tres actos en su honor. A los iniciados a este género o a los escépticos les recomiendo eliminar todos los prejuicios y
disfrutar de esta gran composición por ser fácilmente entendible y a los
expertos extraer todas las características intrínsecas del texto y fusionarlas
con las de la ópera.
Julio
Ramos, adaptador y libretista, nos propone asistir a un lugar
indeterminado de la geografía española y conocer a Bernarda Alba (Nancy Fabiola Herrera) cuyo segundo
marido acaba de fallecer. Como manda la tradición en el ambiente rural, el pueblo
peregrina hasta su casa para darle el pésame a ella y a sus cinco hijas.
Además, la matriarca ordena un luto de ocho años prohibiéndoles
que salgan de casa. Con la tristeza de tal pérdida, las hermanas hablan sobre
la herencia que les ha dejado su padre. La mejor parada es Angustias (Berna Perles),
la primogénita y la única hija del primer marido. Además, un joven de la zona, Pepe el Romano, la pretende a pesar de
la diferencia de edad, él tiene 25 y ella 39, y de ser la mayor de sus
hermanas. El joven se compromete con Angustias,
pero simultáneamente enamora a Adela
(Carmen Romeu), la hermana menor,
quien está dispuesta a ser su amante.
Durante un encuentro
clandestino de los enamorados, aparece María
Josefa (Julieta Serrano) –la
madre de Bernarda que la mantiene
encerrada por su locura– con una ovejita en los brazos y tarareando una absurda
pero certera canción. Bernarda,
fruto de una broma orquestada por Martirio
(Carol García) otra de sus hijas,
termina enterándose de la relación que mantiene su hija menor con Pepe y, a pesar de las súplicas de esta
y de su cridada Poncia (Luis Cansino), fruto de un arrebato
hace ademán de matarlo. Adela piensa
que su amante ha muerto y decide también poner fin a su existencia. La vida de
esta extraña familia regresará al punto de partida gobernada, de nuevo, por el
silencio.
Realismo poético lorquiano proyectado
por Julio Ramos
Con independencia de la
época, una de las fuentes de inspiración de un poeta o escritor es la sociedad
en la que vive y más concretamente sus males, opresiones o todo obstáculo que la
impide avanzar. Esas características de la España rural de las primeras décadas
del siglo XX son las reflejadas, precisamente, por García Lorca en esta obra. El poeta granadino es uno de los
maestros del realismo poético, entendido como una corriente donde el escritor
hace un reflejo de la realidad pero desde su óptica particular. Julio Ramos, más conocido por su nombre
artístico Bruno Brunch, demuestra un
amplio conocimiento de la realidad lorquiana y con una gran fidelidad al texto
proyecta y potencia algunos de los temas principales del mismo: el papel
sumiso e insignificante de la mujer en la época, replicado e inculcado
por las de mayor edad. Las apariencias –resumida en una de las frases de
la protagonista: “Quiero buena fachada y armonía familiar”–. El odio y la
envidia entre las hermanas que da lugar a un conflicto sentimental y precipita el
final de la obra y, por último, el poder implícito y explícito en un ambiente
que podríamos denominar, como así lo hizo Lorca,
un matriarcado mediterráneo.
No tendría sentido adaptar
una obra sin las ´gafas´ propias del libretista y, tal como relata Miquel Ortega, compositor musical, Julio Ramos realizó algunas
aportaciones las cuales, desde mi óptica y habiendo leído la obra de Lorca, me parecen muy pertinentes; como
las de eliminar el personaje de Prudencia,
transformar la primera escena en un preludio sin texto –el espectador solo debe
centrar su atención en aquello que ve mientras se mimetiza con la escenografía
y ambiente de la obra– o la de acentuar la fuerza dramática del personaje de María Josefa, representada por una
actriz que habla sobre la música, y no por una cantante. Julio Ramos falleció sin ver terminada la música del maestro Ortega, pero estoy convencido de que el
resultado de esta ópera obtendría su sonoro aplauso.
Claridad y sonoridad musicales de Miquel
Ortega
Uno de los recelos del gran
público hacia el género operístico es no entender la conjunción de música y texto o
incluso llegar a aburrirle. Estos miedos, en esta ocasión, resultan infundados
por la gran claridad en la composición musical creada por Miquel Ortega y la solvencia y seguridad de la Orquesta de la
Comunidad de Madrid. Este pianista, director de orquesta y compositor
barcelonés realiza un trabajo descriptivo, musicalmente hablando, y según sus
propias palabras, con un lenguaje conservador. El tono imperante de la obra es
el dramático; por tanto, como es lógico, los motivos musicales principales
también deben selo. Ortega apunta
que la estructura de la obra bebe de composiciones veristas y ciertamente
encontramos una base de melodrama sentimental realista.
Si profundizamos en esta
composición, encontramos leitmotivs fácilmente reconocibles –y hasta visibles
gracias a la magnífica interpretación de las actrices– y centrados en los
sentimientos de los personajes desde la interpretación personal del autor del
simbolismo lorquiano. Desde mi punto de vista, los más claros y sonoros
corresponden con el autoritarismo y crueldad de Bernarda. En el primer acto me fascinaron las letanías, con las
respectivas respuestas autómatas de las protagonistas, el adagio lúgubre con
una alusión al réquiem para dar por finalizado el duelo impostado de las
vecinas y, de forma global, los cambios de carácter –sentimiento musical– y
tempo acompasados con la entrada y salida de Bernarda. Por otra parte, me sorprendieron las armonías jazzísticas
entorno a la figura omnipresente de Pepe
el Romano; una decisión algo arriesgada pero con un resultado positivo y
acompañado con escenas de mayor lirismo, fruto de los deseos carnales y
sensuales de las protagonistas. Por último, sí eché en falta un componente
folclórico en la partitura, no de forma generalizada, pero sí alguna pincelada
apreciable.
García Lorca revive en el
escenario gracias a Bárbara Lluch y Ezio Frigerio
En la parte inferior del
programa de mano puede pasar desapercibido, por la letra pequeña o tipografía diferente,
una frase escrita por el propio Lorca
acerca de su obra: “El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención
de un documental fotográfico”. Además de la interpretación clásica entre la
simbología del blanco y el negro, entiendo estas palabras como una declaración
de intenciones del autor y, de nuevo, como un deseo de describir la realidad de
una época con todos sus males a los que antes he hecho referencia; pero una
realidad latente y material –como una fotografía– a la cual siempre podemos
acudir, como un documental. Revivir el drama lorquiano sobre el escenario es, precisamente, el trabajo de Bárbara Lluch
al frente de la dirección escénica. Su pasado como actriz, su trayectoria profesional,
ser nieta de la actriz Nuria Espert (quien interpretó a Bernarda) y contar con una familia dedicada al teatro son elementos
importantes que Lluch pone a
disposición de esta obra. La minuciosa colocación de las actrices sobre el
escenario, los juegos de roles acaudillados por la autoritaria Bernarda con su bastón, la dicotomía
interior-exterior, la omnipresente ausencia de Pepe el Romano y las elegantes entradas y salidas a escena son
dignos de encomio. Desde mi visión personal, Lluch consigue materializar la imagen mental de cuando leí La casa de Bernarda Alba.
Exigencia vocal resuelta con
maestría
Una de las características
más visibles y que despierta mayor admiración por parte del público son las portentosas voces de quien se
dedica a este género musical y, en esta ocasión, como no podía ser de otro
modo, no defraudan. El asistente de dirección musical y pianista, Rubén Fernández Aguirre, considera que
estamos ante “una obra de gran exigencia vocal”. El elenco, con casi totalidad
de actrices, deleita a los presentes con el cantado-recitado, el quasi parlato y demás técnicas vocales
acordes con las necesidades expresivas del texto. Otro detalle muy útil para
los espectadores, por reflejar la personalidad de los personajes, está en sus
respectivos nombres. Todos ellos dibujados desde lo que Loca llamó la “poetización del lenguaje cotidiano" con una
sensacional caracterización gracias al vestuario supervisado por Franca Squarciapino.
Nancy
Fabiola Herrera interpreta a Bernarda Alba, una mujer posesiva y de carácter fuerte a la que sus
hijas y criadas le tienen respeto nacido del miedo. Una frase que resume su
carácter autoritario es: “No pienso, ¡ordeno!”. Además de la prodigiosa voz de
la mezzosoprano, destaco su fuerza y poderío escénico, solo ausentes cuando su
personaje es despojado, durante unos instantes, de su bastón. Luis Cansino interpreta a Poncia, criada principal de Bernarda Alba con una extraordinaria
crudeza en el habla. Este barítono de voz grave consigue proyectar la bonhomía
de su personaje al ofrecer, por ejemplo, consejos amorosos a las cinco hermanas
y mediar en las discusiones. Este es el único componente masculino del reparto por recomendación de Daniel Bianco, el director del Teatro de la
Zarzuela. De nuevo, podemos apreciar aquí la generosidad y la escucha activa del
compositor Miquel Ortega.
Las hermanas, Adela, Martirio, Amelia, Magdalena y Angustias son interpretadas por Carmen Romeu Carol García,
Marifé Nogales, Belén Elvira y Berna Perles,
respectivamente. Todas ellas cuentan con un amplio bagaje en el género
operístico y la proyección de sus voces es correcta. Romeu interpreta a la más
joven y hermosa de las hijas de Bernarda.
Al igual que su personaje es como un torbellino en el escenario porque debe representar,
por un lado, la rebeldía y el deseo de libertad frente a la dictadura materna
–de ahí su vestido verde– y por otro, el amor desenfrenado e instintivo hacia Pepe el Romano. Esto último le llevará
a la joven a replicar el final de muchos de los autores románticos.
La mezzosoprano García representa a Martirio, una joven que vive reprimida
sexualmente y que lo canaliza con envidia y odio hacia sus hermanas. Pudo haberse casado
pero no contó con la aprobación de su madre. Amelia es la mediana de sus hermanas y su carácter aparece algo
desdibujado pero Nogales le imprime
rasgos afectivos. La mezzosoprano Elvira
se viste de Magdalena, una mujer quejosa con una inclinación hacia la docilidad
y el bien. Su aguda sinceridad, ironía y sarcasmo con ella misma y con sus hermas
son sensacionales. Por último, Perles
interpreta a Angustias, la
beneficiada de la fortuna cuyo lema de vida sería: “mejor ser rica que hermosa”.
Cabe destacar las dos estelares apariciones de la madre de Bernarda, María Josefa –llevadas
a cabo por la actriz Julieta Serrano–
por su perfecta interpretación de la vejez y la locura.
La construcción
escenográfica, a cargo de Ezio Frigerio con Ricardo Massironi, vuelve a ser una copia exacta de mi boceto
mental de la obra de Lorca. El montaje
a doble altura es arriesgado, sensacional y supone un perfecto aprovechamiento
del amplio escenario del Teatro de la Zarzuela. En esta ocasión, escenografía e
iluminación, por Vinicio Cheli, van
íntimamente unidas pues, como se describe en la introducción de cada acto, las
paredes de la casa van cambiando del color como una clara metáfora a lo que
ocurre en las vida de los persoanjes: blanquecino en el primero, blanco en el
segundo acto conforme se entra a la casa, y finalmente blanco ligeramente
azulado en el patio interior de esta.
La vida de Lorca ha estado marcada por la música,
él se sentía músico, y no se me ocurre mejor homenaje que juntar su última obra
teatral con la primera versión operística en castellano. La muestra más clara
de que Federico García Lorca permanece
vivo en nuestros días.
En
La casa de Bernarda Alba hay dolor,
represión y realismo, ahora envueltos de brillantes voces
Dirección musical: Miquel Ortega
Asistente de dirección
musical, Piano: Rubén Fernández Aguirre
Dirección de escena:
Bárbara Lluch
Reparto: Nancy
Fabiola Herrera, Carmen Romeu, Luis Cansino, Carol García, Marifé Nogales, Belén
Elvira, Berna Perles, Milagros Martin, Julieta Serrano
Lugar:
Teatro de la Zarzuela
Contacto: http://teatrodelazarzuela.mcu.es/es/temporada/lirica-2018-2019/la-casa-de-bernarda-alba-2018-2019
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