Todo niño ha soñado alguna
vez con recibir la carta de acceso del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Esa suerte solo la han tenido unos pocos, como los tres magos más famosos de la
literatura infantil: Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger. Si a ustedes
tampoco les ha llegado la misiva no se preocupen, pueden visitar el Teatro
Capitol Gran Vía y asistir a una mágica parodia no autorizada del universo
creado por J.K. Rowling, porque a
veces la copia es mejor que el original.
J.J.
Vaquero, al frente del libreto, nos invita a conocer la vida de
tres peculiares magos: Jarry (Ángel Martín), Ronaldo (Jaime Figueroa)
y Herminia (Cristina Medina), cuyo título viene avalado por el máster de magia
en la Universidad Rey Joward Carlos, para que os hagáis una idea del nivel. Los
tres ilusionistas protagonizarán un show repleto de magia, humor y mucha jeta y
harán honor al título de su espectáculo, un despipote.
La representación viene
envuelta en un halo de misterio. La breve sinopsis del espectáculo y el video
promocional abierto a la imaginación, ubicados en un página web propia, dan pie
a especular sobre qué podemos encontrarnos sobre el escenario. Esta intriga
inicial ya es uno de los mejores ganchos para acudir al teatro. Por este
motivo, no desvelaré prácticamente nada de la trama. Para entender el conjunto,
debemos tener claro en qué consiste el concepto de parodia, entendido como aquella
obra satírica que caracteriza o interpreta humorísticamente otra obra, en este
caso la saga de libros de Harry Potter.
No resulta habitual en el teatro basar una representación en el concepto de
parodia, de hecho los precedentes modernos son más bien escasos y me atrevería
a afirmar que no hay nada similar en la cartela actual. Este subgénero lleva
implícito el componente del humor, la pantomima y la imitación burlesca; en
esta ocasión, además, se integran efectos mágicos muy vistosos. La suma de
estos elementos da como resultado un espectáculo divertido y muy completo.
El libreto en este tipo de
obras –donde la improvisación y cierta libertad escénica son parte de su
esencia– es, desde mi óptica, el trabajo más complejo y de ello se encargan J.J.Vaquero, Jorge Blass y Jaime Figueroa. En términos generales
su trabajo es óptimo. En primer lugar, construyen una historia con un relato
sencillo de comprender –no hace falta ser seguidor de la saga original– y con
una moraleja fácil de extraer. Las túnicas escolásticas, los nombres de los
personajes, la mutación de algunos de ellos y las mágicas y virtuales
apariciones de conocidos presentadores y actores son de lo más hilarantes. No
sé si es intención de los libretistas, pero en la trama de la obra hay un guiño
a la familia amarilla más famosa de la televisión; quienes sean seguidores y
acudan a esta representación sabrán a qué me refiero. Por otro parte, Vaquero –cómico y colaborador de
programas como El Hormiguero, YU: No te pierdas nada o Lo Mejor Que Te Puede Pasar– y su equipo
consiguen crear un guion divertido, lleno de gags cómicos y con múltiples
referencias a la actualidad. No obstante, algunos diálogos del nudo de la
narración son demasiado largos y reiterativos; la consecuencia es una cierta
pérdida de interés hasta que un chiste o una ilusión mágica vuelven a enganchar
al espectador.
La dirección escénica recae
en Gabriel Olivares, uno de los
directores más prolíficos y consagrados del panorama teatral actual con obras
como Burundanga, La madre que me parió y
El reencuentro, entre otras. Como antes hacía referencia, el planteamiento
inicial lleva a una cierta libertad escénica
–la protagonista no duda en colarse entre el público e interactuar con
él– pero esta libertad no se transforma en entropía. Me gustó especialmente el
reparto de roles sobre el escenario, los tres personajes se convierten a lo
largo de la historia en protagonistas de su relato y enriquecen a la
representación en su conjunto. Este mérito también es atribuible al hombre en
la sombra, Miguel Molina, regidor de
escena.
Soy partidario de la
introducción de momentos musicales en los espectáculos, siempre y cuando la
situación lo requiera y esta es una de ellas. Los tres actores interpretan una
tierna y divertida canción. Al principio temí que sus voces fueran tan malas
como los chistes de uno de los personajes virtuales pero el resultado coral fue
óptimo y agradable. Las melodías van acompañadas de simples y vistosas
coreografías a cargo de Patricia Rayo,
quien también interviene en esta historia como Ruth, la ayudante del mago.
La magia es el ingrediente
más vistoso y otro de los motivos para asistir a esta obra. En esta última
década, el espectador se ha acostumbrado a traspasar la pantalla de la
televisión y a acudir a ver espectáculos de ilusionismo en directo. Resulta
frecuente la mezcla de humor y magia en una función, pero no lo es tanto encontrar
ambos componentes en un relato estructurado, como ocurre en esta ocasión. Contar
con Jorge Blass, al frente de la
dirección mágica, es sinónimo de éxito y así lo ha demostrado recientemente en
espectáculos como Magia 360º o en El Médico, el musical. Blass, uno de los magos más reconocidos
a nivel nacional e internacional y su equipo formado por ocho especialistas,
crean fantásticas ilusiones y números de escapismo repartidos a lo largo del
espectáculo; envueltos, todos ellos, en la tipología de magia cómica. Desde mi
óptica, el inconveniente global es que el espectador sepa entender y apreciar la
naturaleza metateatral: un show de magia como espectáculo, en un espectáculo
como show de magia. Dicho de otro modo, sepa discernir entre el complejo
trabajo de autoría, dirección y efectos mágicos y el carácter torpe,
improvisado e inexperto de los protagonistas de esta historia.
Los encargados de parodiar a
los protagonistas de la saga de J. K. Rowling son Cristina Medina, Ángel
Martin y Jaime Figueroa, además
de un misterioso Bordemor. La actriz
da vida a Herminia, quien encarna el
papel de heroína. Medina, rostro
conocido de series televisivas y con más de 25 años dedicada a la interpretación,
creación y producción de Teatro de Humor, muestra con este personaje su cara
más amable y apacible. Herminia está
empeñada en ser feliz y en hacer feliz a los que le rodean. Su buenísimo y la
torpeza de sus compañeros le llevarán a estar en peligro. La destreza de Medina en el humor, su facilidad para
la improvisación, su seguridad en el escenario y su genial vis cómica pueden
verse desde el comienzo de la representación, pues es la encargada de realizar
un pequeño introito para sumergir al espectador en esta mágica historia y
hacerle partícipe de forma directa en algunos de los números.
El personaje central de la
saga literaria, Harry Potter, es
interpretado por Ángel Martín y
aunque en esta parodia su nombre comience con la letra J mantiene su madera de
héroe, o por lo menos es el que más se aproxima a ella. Martín es conocido por su faceta como presentador de programas
televisivos como el mítico Sé lo que
hicisteis o el actual WifiLeaks.
No me gusta circunscribir a un actor o artista en general en una única faceta
porque probablemente pueda brillar en otras, pero Martín vuelve a dejarnos escenas muy características de su humor
basado en la incomprensión, que conduce a la resiliencia, resignación y cierto
hartazgo.
Los quebraderos de cabeza de
Martín vienen por los pitotes con su
compañero Ronaldo, interpretado por Jaime Figueroa. A diferencia de los
demás, sí es un mago en la realidad y guarda cierto parecido con su personaje
tipo. En el ámbito profesional, después de leer su biografía puedo confirmar
que es un todoterreno en el mundo de la magia cómica, de hecho en el 2011 fue proclamado
campeón en esta disciplina en el Congreso Nacional de Magia. Su papel es
probablemente el más complicado de defender porque la torpeza de su personaje, Ronaldo, no conoce límites y por este
motivo encarna el rol de anti héroe y será propiciador de los enredos en la
trama, aunque el público al final de la función le exonere de toda culpa. Figueroa sabe mantener estas
peculiaridades aunque me quedo con las ganas de ver cómo es su magia sin
exigencias del guion. Sin desvelar mucho, sí diré que este mago mostrará sus
dotes en un arte afín al ilusionismo, la ventriloquía.
Para cualquier espectáculo
de magia una buena puesta en escena es imprescindible y en El gran despipote se cumple esta exigencia. La construcción
escenográfica a cargo de Felype de Lima es
funcional y recrea el lugar de trabajo de un mago. Como ya es habitual en
muchas obras, la extensión del escenario es la videoescena. En esta ocasión,
los actores conversan con conocidos humoristas y, como por arte de magia, van
apareciendo presentadores y algunos personajes sufren mutaciones virtuales.
Este efecto simple de edición es muy vistoso y acrecienta las ilusiones de la
obra, ayudadas por la correcta introducción del humor artificial, la presencia
del fuego y el buen trabajo de Juan Carlos
Menor al frente de la iluminación.
Tres
ilusionistas protagonizan una mágica parodia no autorizada y el resultado es El Gran despipote
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Productor Artístico: Iñaki Fernández, Jorge Blass
Dirección Escénica: Gabriel Olivares
Dirección Mágica: Jorge Blass
Guión:
J.J.Vaquero, Jorge Blass, Jaime Figueroa
Reparto: Cristina
Medina, Ángel Martin, Jaime Figueroa, Patricia Rayo
Lugar:
Teatro Capitol (Calle Gran Vía, 41, 28013 Madrid)
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