¡Camarero, una caña! Hay
pocas frases más típicas que esta y resume muy bien el carácter alegre, cercano
y divertido de los españoles. Eso sí, la caña siempre acompañada de una
generosa tapa y en un bar castizo. Madrid es la ciudad española con más bares y
la cuarta a nivel mundial. Hoy les presento un nuevo bar ubicado en el Palacio
de la Prensa de Madrid donde las risas están aseguradas.
José
Boto,
autor de la representación, nos invita a entrar en el Bar La Paloma, ubicado en
el céntrico barrio de la Latina. En su terraza está sentada una directora de
cine burgalesa (María Alarcón)
dispuesta a rodar la película “apellidos madrileños”. Entre las paredes del bar
conocerá al jefe (Juan Diego Bueno),
a su empleado apodado “El Empanao” (José
Boto), a un peculiar matrimonio Soledad (Carmen Santamaría) e Ildefonso (Oskar Redondo) y a una pareja de simpáticas chicas, Gloria (Paula Martínez) y Sandy (Patricia Domínguez). Además de a un
joven guitarrista, Víctor Bueno. La
directora intentará rodar una escena, pero se va a encontrar, ante su
desesperación, con un montón de situaciones disparatadas y cómicas con los
personajes de la película ¿será capaz de enviar algo al productor?
El título de la obra
recuerda de forma inevitable a las dos exitosas películas dirigidas por Emilio Martínez-Lázaro (Ocho apellidos vascos y su secuela, Ocho apellidos catalanes) sin embargo,
esta comedia no guarda relación directa con el argumento de estas cintas aunque
sí vamos a encontrar un aroma chovinista, en clave de humor, y en definitiva, una
sátira costumbrista para reírse de uno mismo, de los tópicos y clichés con los
que convivimos a diario. Desde mi óptica, hubiera sido positivo potenciar, en
pro de la comedia, las peculiaridades de Madrid como ciudad y de sus habitantes
y acentuar los tópicos y estereotipos para, por ejemplo, intentar desmontarlos.
Con independencia de esto último, el título propuesto por Boto es un excelente ejemplo de marketing comercial aplicado al
teatro y de cómo aprovechar el tirón mediático de una película.
La mejor categoría teatral
para englobar esta representación es la de comedia costumbrista basada en el humor
blanco, pues no vamos a encontrar connotaciones ni denotaciones negativas y las
situaciones cómicas nacen del factor sorpresa, de la gracia de los actores y,
en definitiva, de la calidad de lo expuesto. Además, también encontramos dosis
de surrealismo para incrementar la hilaridad de la representación y aportar el
toque satírico. Resulta digno de elogio construir una comedia sin caer en
chistes manidos u ofensivos hacia nadie, no porque se intente comulgar con lo
políticamente correcto, sino porque alejarse de esto requiere mayor dedicación
e ingenio. Dos cualidades atribuibles al texto de Boto.
Cuestiones técnicas aparte,
el conocido monologuista, improvisador, actor y guionista, crea un libreto,
ágil, alocado y muy divertido. Entre las líneas del texto encontramos
comparaciones ingeniosas, juegos de palabras y digresiones con sentido. Por
otra parte, me gusta la crítica velada a la absorción por las nuevas
tecnologías, en general, y redes sociales, en particular, y a la dictadura del
emoticono. Todas estas características son llevadas de forma correcta al
escenario por Carles Castillo,
director de la representación. La principal dificultad en este tipo de obras es
saber encontrar el punto exacto para conseguir situaciones disparatadas e
hilarantes de forma fluida y con naturalidad sin caer en la entropía escénica,
y Castillo, genial improvisador de
la escuela Yllana, mimo, actor y director,
lo ha conseguido.
Todos los actores y actrices
de Ocho apellidos madrileños muestran
su versatilidad, dotes para el humor y consiguen el fin principal de cualquier
comedia: hacer reír. Además, rompen la llamada cuarta pared y no dudan en
colarse entre los asistentes para interactuar con ellos. María Alarcón da vida a una ilusionada directora de cine cuya
máxima preocupación es rodar “apellidos madrileños”. Esta actriz, con
participaciones en series televisivas como Secretos
y mentiras o 23-F, imprime un
carácter tierno e iluso a su personaje y con sus acciones va marcando las
pautas de la representación. Juan Diego
Bueno da vida al jefe del bar “La Paloma”. Este actor, con más de una
decena de obras a sus espaldas, representa a la perfección el prototipo de
camarero castizo, con gracia y verborrea, y dota a su personaje de un carácter
bonachón. Además, muestra sus dotes para el canto. Por su parte, José Boto se desdobla de su faceta como dramaturgo y da vida a “El
empanao”, camarero con pocas luces cuya mentalidad hace honor a su apodo. Boto borda la actitud pragmática de su
personaje y regala divertidos chistes e ingeniosos gags.
El esperpéntico matrimonio
formado por Soledad e Ildefonso es genialmente interpretado
por Carmen Santamaría y Oskar Redonda. La actriz madrileña,
participante en importantes obras teatrales bajo la dirección de Vicente León o
Luis D´ors, entre otros, da vida a una señorona emperifollada. Sin duda, con su
actuación incrementa la sonoridad de la carcajada de los presentes por su
hilarante vis cómica y su contagiosa e histriónica risa. Dicen que el
matrimonio es cosa de dos, aunque en esta relación Ilde pinta muy poco. Oskar
Redonda, showman, profesor de improvisación, y con apariciones en series
televisas, se mete en el difícil papel de un hombre absorbido por su mujer.
Interpreta de forma sensacional el papel de hombre florero con carácter
introvertido. La pareja de jóvenes es
interpretada por Paula Martínez y Patricia Domínguez. La primera, actriz
y periodista, es Gloria, una joven
madrileña que acompaña a su compañera inglesa, Sandy, interpretada por Domínguez. Ambas protagonizan divertidos y acarameladas escenas. Además la actitud exagerada y extrovertida de Domínguez aporta momentos muy divertidos.
En otras obras cómicas las
escenas se construyen a través de pequeños sketches cuya transición viene
marcada por la triste y simple ausencia de luz. Sin embargo en esta ocasión,
los momentos musicales del cantautor y guitarrista Victor Bueno, dan continuidad a la obra. Sus intervenciones
proporcionan oxígeno a la representación y deleita a los presentes con
canciones con una única protagonista, Madrid. Por otra parte, no puedo dejar de
reseñar, la colaboración virtual de José
Mota en compañía del director Carles
Castillo quienes protagonizan divertidas escenas. Otro aspecto positivo de
esta comedia, además de la interacción con los presentes y del humor
inteligente, es el cuidado de los detalles. Nada más pisar la moqueta del
Palacio de la Prensa escuchamos como hilo musical un clásico pasodoble, minutos antes una ingeniosa voz en off y
durante la representación los camareros van ataviados con un trapo bordado con emblemas
madrileños, por no hablar del castizo nombre del bar, fielmente recreado sobre
el escenario. En definitiva, una comedia muy recomendable para estas navidades.
Ocho apellidos madrileños es una alocada ágil y divertida comedia
sobre los usos y costumbres de la capital de España
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Autor: José
Boto
Director: Carles
Castillo
Reparto: José
Boto, Juan Diego Bueno, Carmen
Santamaría, Óskar Redondo, María Alarcón, Patricia Domínguez y Paula Martínez. Música: Víctor Bueno y la colaboración
virtual de José Mota,
Lugar:
Palacio de la Prensa (Plaza del Callao, 4, 28013 Madrid) Del 20-12 al 17-01
Contacto: https://www.reservaentradas.com/sesiones/madrid/palaciodelaprensa/apellidos-madrilenos/956/
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