La vida es una toma de
decisiones continua. Desde que nacemos debemos decidir entre una u otra cosa.
Cuando maduramos vamos aprehendiendo a elegir entre dos opciones con el criterio
de escoger la menos mala. Sobre la toma de decisiones, la filosofía de las
empresas y, en definitiva, sobre nuestro modo de comportamiento en situaciones
límites trata esta brillante obra representada en la sala Lola Membrives del
Teatro Lara.
David
Barreiro, autor del libreto, nos invita a conocer a tres amigos y
compañeros de trabajo en una multinacional. Fredo (Vicente Camacho),
Rober (Fernando Coronado) y Dani (José Carretero). Como cada día después de una dura jornada acuden
al AFTERWORK, el bar de moda y punto de reunión de los oficinistas de la zona
financiera ataviados con sus trajes elegantes y sus afiladas lenguas. Sin embargo,
este encuentro informal no será como los anteriores. Entre cerveza y cerveza, Fredo y Dani le cuentan a Rober un
nuevo proyecto vital, una idea que cambiará sus vidas y una vía de escape ante
sus monótonas realidades. En el transcurso de la conversación no todo es tan
idílico; quizás porque todos parecen tener algo que ocultar, porque no se conocen
tanto como pensaban y porque, en realidad, nada ni nadie es lo que parece, ni
siquiera ellos mismos.
Tan solo con leer la breve
sinopsis estamos ante una obra que engancha, y alejada de tópicos teatrales y
de géneros manidos. Afterwork embebe
de distintas vertientes artísticas y la convierte en un compendio de géneros y
subgéneros teatrales exquisitamente interrelacionados. El género predominante, y
así lo especifica el propio autor, es el de la comedia negra; no obstante, se
aproxima bastante a lo que suelo denominar como tragicomedia contemporánea, al
presentar un suceso principal de la vida real donde lo humorístico se mezcla
con lo trágico. Si incidimos en la faceta cómica nos encontramos con una
comedia de intrigas, donde el espectador sigue con ansiedad y risas el
transcurso de la obra para conocer su final. En definitiva, en esta comedia dramática
converge lo psicológico y filosófico y hace que estemos ante un texto muy
completo.
Resulta pertinente, tanto
antes como después de ver la representación, conocer la fuente de inspiración
de David Barreiro, escritor,
periodista, guionista y dramaturgo; de hecho hubiera sido deseable haber
compartido con los presentes un programa de mano para acercarles sus
reflexiones. Barreiro se inspira en
la ciudad de Tokio, quien la define como “en la que parece no pasar nada y en
la que todo está por suceder”, y más concretamente en su filosofía de vida.
Después de maratonianas jornadas de trabajo, hombres trajeados tratan de ahogar
sus penas en locales conocidos como afterwork. Esa cultura puede parecernos
lejana, pero Barreiro sabe adaptarla
a la realidad española; de hecho, no dista mucho de la costumbre de tomar unas
cañas después del trabajo. Bien, todo ese envoltorio es esencial, no tanto para
seguir la representación pero sí, para que el espectador pueda formar parte de
ese trío de amigos y ser el indiscreto observador como si de una película de
Hitchcock se tratara.
El arte de la dramaturgia
puede venir de muchas disciplinas y en esta ocasión a Barreiro le viene del periodismo. Su afición por la novela negra,
condecorada en muchos de los casos, le ayuda a crear un libreto ágil,
sorpresivo y cargado de suspense. Desde el punto de vista de la gramática
textual, destacaría el uso del diálogo como figura retórica. Técnica muy
utilizada en comedia negra pero de enorme dificultad para hacerla fluir de
forma natural, objetivo cumplido por Barreiro.
Los personajes, ataviados de chaqueta y pantalones de traje, se valen de la
retórica, ironía y sarcasmo para burlarse de las normas y reglas sociales y
buscar, así, justificación a sus acciones alejadas, en ocasiones, de la moral
preconcebida.
Otro elemento, a mi juicio
esencial para crear una obra transversal, es el uso de las digresiones, o técnica
para romper el hilo del discurso con un cambio de tema intencionado. Con su
buena implementación, el director consigue abordar la forma de organización
empresarial y la toma de decisiones (modelo horizontal o vertical), describir sutilmente los distintos sistemas
económicos, integrar dramas personales de los protagonistas y, en definitiva, criticar
a la sociedad, las costumbres y las tradiciones sociales gracias a tres
personajes arquetípicos. No obstante desde mi óptica, hubiera sido aún más
explosivo si el elemento central del conflicto, clímax, y la consecuencia
directa o final de la representación hubiera sido más trágico y de mayor
implicación vital para los protagonistas.
Un texto tan jugoso,
dramatúrgicamente hablando, necesita de una buena ejecución. Ese trabajo recae
en Bruno Ciorda. Este actor y
director navarro, licenciado en la Real escuela superior de Arte Dramático de
Madrid, consigue poner a disposición del público todas las características antes
mencionadas. Ciorda basa sus
directrices en la no contención de los protagonistas, quienes actúan de forma incongruente
y con el colmillo afilado, y en potenciar las distintas idiosincrasias de los personajes
para crear elementos de conflicto. Todo ello, sin caer en la entropía escénica
y, lo que es más importante, sin sobreactuaciones innecesarias. Por tanto, los
tres actores realizan una magnífica actuación. Entre sus muchas virtudes,
destacaría como elementos comunes las perfectas recreaciones de escenas pasadas,
en forma de viejos fantasmas, y las imitaciones con entonación burlesca. Estos
dos elementos aumentan el componente cómico del libreto y provocan la carcajada
en el espectador.
Como antes hice referencia,
estamos ante tres personajes arquetípicos con diferentes escalas de prioridades
aunque marcados por un vacío existencial ante la falta de poder y de control
total de sus respectivas vidas. Vicente Camacho
–actor con múltiples papeles en series televisivas, socio y cofundador de Nueve
Norte Teatro– es Fredo, un
trabajador con ganas de hacer realidad sus quimeras y mostrar sus dotes de liderazgo.
De su actuación me fascinó su facilidad para la persuasión y su claridad y
convicción a la hora de recitar su texto. En el extremo opuesto se encuentra Fernando Coronado quien interpreta a Rober, un hombre pagado de sí mismo,
con cierta codicia y con una respuesta a
cada pregunta. Este actor madrileño –con apariciones en teatro, Sueño sin Título, cine, Hienas, y televisión, El secreto del Puente Viejo, – interpreta de forma sensacional la actitud
sibilina y obscura de su personaje. Las discusiones entre ambos protagonistas
son otra de las esencias de la representación. Por su parte, José Carretero es Dani, un trabajador de apariencia ingenua, inofensiva y que intenta
pasar desapercibido. Carretero,
actor con amplia formación y con participación en más de una decena de obras
teatrales, actúa de intermediario, con gracia e ingenio, entre los egos de los
otros dos personajes. Con la personalidad maleable y dúctil de su papel y su
naturalidad al representarlo aumentan las risas de los presentes.
No puedo dejar de mencionar la
perfecta iluminación de Jorge Kent, con cambios tonales en función de
cada situación para ayudar al espectador a seguir de forma más cómoda la
representación. De igual forma, el hilo musical creado para la ocasión por José Luis Bergia potencia las
situaciones de tensión y otorga agilidad a la obra. Esta ambientación y los
movimientos autómatas de los protagonistas generan un clima claustrofóbico muy
adecuado para esta obra. En definitiva, una representación sobresaliente.
Una
decisión cambiará la vida de estos tres personajes en una obra con altas dosis
de humor y suspense en un Afertwork
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Autor: David
Barreiro
Director: Bruno
Ciordia
Reparto: Vicente
Camacho, Fernando Coronado y José Carretero
Lugar:
Teatro Lara (Calle Corredera Baja de San Pablo, 15, 28004 Madrid)
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