“¡Pasajeros! Última llamada
para el Lotus, el crucero con destino a Egipto. Les recordamos que aún están a
tiempo de comprar sus localidades en las taquillas. A título personal, les
recomiendo adquirir un seguro de viaje”. Este sería mi reclamo para la nueva
obra ubicada en el Teatro Amaya, una de las apuestas fuertes de la nueva
temporada teatral.
El productor de la
representación, Alain Cornejo, y el
director, Víctor Conde, nos invitan
viajar a los años 30 y a subirnos al barco más famoso de la novela negra, en
general, y de la “reina del crimen” en particular. Un joven Hércules Poirot (Pablo Puyol) deberá resolver unos inexplicables crímenes a bordo
del Lotus. En este crucero convivirán otros nueve personajes, sin aparente
conexión, y con el paso de las horas saldrán a la luz rencillas, amores y viejos
fantasmas que parecían enterrados. Nadie está a salvo y todos son sospechosos.
Para los amantes de la
cultura, entendida como la suma de todas sus artes, resulta placentero ver en
un teatro tan importante como el Amaya, una de las obras más famosas de Agatha Christie. Sus novelas
revolucionaron la literatura policiaca y todas las generaciones han quedado
atrapadas por sus crímenes. Como dato curioso, para ilustrar el éxito
internacional de la escritora británica, sus obras han sido las más vendidas de
todos los tiempos, solo por detrás de las de William Shakespeare y la Biblia.
Desde mi óptica, Muerte en el Nilo es
una de las novelas más completas de la autora, por la interconexión de los
personajes y por las circunstancias del crimen, y uno de los títulos más
conocidos, adaptado al teatro por la propia Agatha Christie en 1942.
Estos factores explican la buena acogida de la película estrenada en 1978,
dirigida por John Guillermin y con
un extenso reparto de estrellas.
Todos los años, las
estanterías de las librerías, físicas o virtuales, y las carteleras cinematográficas
están plagadas de obras de género policiaco; sin embargo, el teatro queda
huérfano de esta demanda. Además, cuando algún autor decide acudir a este
género opta por autores extranjeros y obvia la enorme producción teatral
española de la postguerra con autores de la talla de Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura o Alfonso Paso. Para mí, este suceso sí es extraño y ningún detective ha
encontrado explicación. Dejando a un lado estas reflexiones, solo por la
valentía de Víctor Conde, de innovar
y salirse de los convencionalismos teatrales clásicos y de tramas manidas,
merece un reconocimiento.
La primera y gran dificultad
de esta representación reside en el reparto de los tiempos. Tanto las novelas
como las películas de género policiaco tienen una estructura común: presentación
de los personajes, interrelaciones y puntos en común, el crimen y su
resolución. Este esquema ha sido adaptado a la perfección por Conde, prolífico director, realizador
audiovisual, dramaturgo, guionista y adaptador de guiones de teatro y música.
Posiblemente el inicio de la representación puede resultar algo lento pero es
la única forma para que el público pueda conocer a los diez personajes, aquí no
son negritos, e ir entendiendo la trama de la obra. Además, precisamente Conde suele apostar en muchas de sus
obras, como Venus, por la
tranquilidad en la descripción de los personajes y por la profundidad simbólica
en los diálogos. Algunos pueden parecer intrascendentes o prescindibles pero
cada palabra y expresión tienen un porqué.
Como adaptador
experimentado, Conde ha tratado el
texto de la novela con el objetivo de ofrecer a los espectadores una visión
actualizada en forma y fondo. En lo relativo a la gramática textual, el director
de The Hole 2, Olvida los tambores o Pegados,
ha modernizado el lenguaje del libreto y ha apostado por un planteamiento
escénico propio del teatro del siglo XXI. En esa concepción del teatro moderno
entra en juego la música en directo, creada para la ocasión por el compositor Mark Álvarez –director musical de obras
como El cabaret de los hombres perdidos,
The Hole 2, El plan o Venus– cantada
por Paula Moncada, quien también
interpreta a una servil criada, y ejecutada por uno de los personajes de la
obra, el pianista Dídac Flores. Este
polivalente actor, en boca de Smith,
nos regala frases irreverentes que unidas a su carácter despreocupado provocan
la risa de los presentes. Por tanto, su personaje se aleja del tono formal,
serio y frío asociado a los pianistas cinematográficos. En definitiva, todas las propuestas, anteriormente
mencionadas, dinamizan la representación y suponen un gran acierto.
La puesta en escena, gracias
a los movimientos escénicos dirigidos por Amaya
Galeote, la definiría como una mezcla entre provocación y sensualidad. El
reparto, con su actuación, crea una performance constante, donde tanto el
asombro como el sentido de la estética juegan un papel fundamental. Podemos
incluir también, la famosa reconstrucción de los hechos necesaria para
descubrir al asesino. Para llevarla a la cabo, Conde apuesta, con buen criterio, por la fórmula del flashback. No
se me ocurre mejor definición de todas estas características mencionadas que la
del propio director: “Muerte en el Nilo
no solo evoca muerte, misterio, aristocracia y asesinato, si no que evoca amor,
pasión y juventud perdida” todo ello reflejado en la sonrisa cómplice del espectador.
Nada más entrar en el patio
de butacas, el público ya se introduce en la representación gracias al monólogo
improvisado de Sergio Blanco. Este
actor, formado en teatro musical, da la bienvenida a los asistentes, interactúa
con ellos y les invita a disfrutar del viaje que van a emprender. Su elocuencia
y expresividad sirven para matar, de forma simbólica, el tiempo perdido antes
del comienzo de todas las funciones. Además en la representación, también
interpreta con brío y alegría al camarero del barco.
Los cinco actores y cinco
actrices, ataviados con vestuario de época, realizan un sensacional trabajo
interpretativo marcado, de nuevo, por la provocación y sensualidad, y por la
inteligencia y el proceso deductivo. La batuta de la representación recae en Pablo Puyol, en su papel de Hércules Poirot. Reconozco que me costó
encajar a este actor –con numerosas apariciones en teatro musical, series y programas
televisivos– en el papel de uno de los detectives más famosos de la narrativa,
pues su elevada altura, corpulencia y humildad nada tienen que ver con la
descripción del personaje ficticio belga. En los primeros compases de la obra,
la actuación de Puyol es discreta;
aunque así debe de ser, porque su principal función es conocer a los pasajeros
del crucero y en el momento del asesinato investigar sus coartadas y destapar
al asesino. En este proceso sí vi a Poirot,
en el cuerpo de este actor, por su perfecta reconstrucción de los hechos, su carácter
metódico y su alta capacidad de observación.
Como bien refleja Conde en el programa de mano esta
historia es un relato de amor con tres protagonistas en forma de triángulo
amoroso: Jackie, Simon Mostyn y Kate. El primero es interpretado por Adriana Torrebejano.
Tenía ganas de desvirtualizar a esta actriz barcelonesa, después de haberla
visto en innumerables series televisivas y no me ha defraudado. Su peculiar tono
de voz agudo, su naturalidad, entusiasmo, optimismo y capacidad seductora
encajan a la perfección con la actitud de Jacqueline.
Además, interpreta con soltura y realismo los celos enfermizos hacia la pareja
de recién casados, Kate y Simon Mostyn. El personaje femenino es
muy bien interpretado por Ana Rujas –actriz
con más de una decena de apariciones en cine y televisión– quien da vida a una
mujer misteriosa y adinerada muy pagada de sí misma. Por su parte, Simon es representado por Cisco Lara. Este actor y bailarín está
soberbio durante toda la representación, más aún cuando el público conozca toda
la verdad. El tándem de Ana Escribano,
como la clasista y borde Helen, y Lorena de Orte, como la dulce Cristina, proporciona los momentos más
divertidos de la representación. Por último, Miquel García Borda da vida, con enorme realismo, al médico
austriaco Dr. Bessner.
La construcción
escenográfica a cargo de Ana Garay, una
experta y multipremiada en este campo, rompe con la estructura clásica al presentar
el escenario diáfano con forma picuda. No es mala propuesta, aunque hubiera
preferido una diferenciación entre los distintos espacios y compartimentos del crucero.
El uso de la videoescena es cada vez más frecuente en las representaciones
teatrales pero no me termina de convencer en esta ocasión, pues podría haberse
aprovechado de mejor forma; o bien ofreciendo estancias del barco o elementos
paisajísticos de Egipto. Donde no hay discusión es en la perfecta iluminación –a
cargo de Lola Barroso, otra fija en
este ámbito– con impresionantes cambios de luces como cambios de atmósferas
siempre acordes con las letras luminiscentes situadas al final del escenario
con el nombre del barco, Lotus.
Con
Muerte en el Nilo, revivirán uno de los
mejores relatos de Agatha Christie mientras disfrutan de una buena actuación
del reparto e imaginan quién será el asesino
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Autora: Agatha Christie
Director: Víctor Conde
Reparto: Pablo Pujol,
Adriana Torrebejano, Fernando Vaquero, Ana Rujas, Ana Escribano, Miquel García Borda,
Sergio Blanco, Lorena de Orte, Paula
Moncada y Dídac Flores.
Lugar:
Teatro Amaya (Paseo del General Martínez Campos, 9, 28010 Madrid)
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