“Todos tenemos una herida
abierta, aunque la intentemos tapar”, afirma un personaje de esta obra. De
nosotros depende el tiempo de cicatrización (si somos capaces de enfrentarnos a
aquello que produjo la herida). Nuestro entorno es también un factor clave para
culminar con éxito el proceso de sanación. Si desean poner voz y cara a esta y
otras reflexiones, les invito a disfrutar de la representación ubicada en la
sala Lola Membrives del Teatro Lara.
En El grito de la tortuga conocemos la historia de Celia (Ángela Ibáñez),
una joven sorda, y de dos hermanos Marino
(Iker Azkoitia) e Imanol (Jesús Di Manuel) que, a la
muerte de su padre, deciden volver a la casa del pueblo donde se criaron para rendirle
cumplido homenaje y reencontrarse, al mismo tiempo, con Cuca (Eva Ramos), una
amiga de la infancia. Este reencuentro abrirá heridas que parecían cerradas, resucitará
fantasmas pasados, los cuales parecían superados, y también servirá para
destapar secretos que cambiarán sus vidas para siempre.
Tras el éxito de Una corona para Claudia, La Corona
Producciones y Serieteatro nos traen, con la idea original del dramaturgo y
director Iker Azkoitia y la
colaboración en el libreto de Laura
Ledesma y Eva Ramos, un relato original,
evocador, fascinante y trágico, a la vez que emotivo. Este guionista, director,
actor y cantautor firma su obra más madura sin perder algunas de sus señas de
identidad. Entre ellas caben destacar la categoría teatral de tragicomedia
contemporánea (donde presenta un drama humano rebajado con píldoras de humor),
la actuación de algún personaje antes del propio comienzo de la función o la
incorporación de momentos musicales como forma de expresión de los
sentimientos. En El grito de la tortuga
encontramos este sello particular al servicio del relato.
Los tempos de la representación
me parecen perfectos al igual que el ritmo pausado, que no lento, del libreto.
En ambos aspectos observé una evolución y depuración con respecto a otras obras
de Azkoitia. Una de las muchas
virtudes de este joven dramaturgo es crear personajes muy completos y profundos
con gran carga vital y con diferentes visiones del mundo. Cuando entran en
funcionamiento recrean la forma de actuar de cada uno de nosotros ante un
problema, normalmente ante una desgracia, incluidos sentimientos colaterales
como la culpa, el miedo o la pena. En este sentido, el espectador reflexionará
sobre la capacidad sanadora de compartir, la dinámica de la culpa y la
importancia de enfrentarse a nuestros monstruos. De la relación presente y
pasada de los personajes poco puedo desvelar porque con el paso de los minutos
conocemos nuevos datos creadores de subtramas engarzadas con el hilo conductor.
Sí es cierto que esperé un final más resolutivo aunque todos los personajes
terminan desenmascarándose.
La dirección recae
en Laura Ledesma, actriz de teatro, cine y televisión. De su trabajo destacaría el perfecto aprovechamiento del espacio escénico y la forma
de distribución de los personajes. Con ello consigue crear dos entornos con
marcos distintos: Puertas adentro, asfixia, claustrofobia y ambiente propicio
para resucitar monstruos y puertas afuera, oxígeno y libertad. Esto también es
posible gracias a la simple pero cuidada escenografía a cargo de Jaime Riba y a los cambios lumínicos ejecutados
por María José Suárez Hidalgo y Alicia Pedraza. En la doble realidad del
mismo espacio adquiere relevancia el pertinente uso de la videoescena. Este
recurso audiovisual permite acercar a los espectadores la construcción de los
sueños como una mezcla entre la teoría freudiana de la interpretación de los
mismos, el grabado de Francisco de Goya, El
sueño de la razón produce monstruos, y La
persistencia de la memoria de Salvador Dalí. O por lo menos fueron esas mis
imágenes mentales cuando visioné algunas de las escenas. En definitiva, un
perfecto complemento al relato.
Reconozco que en el terreno
interpretativo tenía algunas dudas, no sobre la calidad del reparto pero sí,
sobre los diferentes roles y registros porque a tres de los cuatro intérpretes
les había visto en ocasiones anteriores. Sin embargo, solo me hicieron falta 15
minutos para despejar dichas dudas. El personaje central de la representación,
sin ser ella plenamente consciente, es el de Celia, genialmente interpretado por Ángela Ibáñez. Su llegada al pueblo será el desencadenante de los
conflictos entre los demás personajes y les obligarán a posicionarse. Esta polifacética
joven actriz sorda de nacimiento da vida a un
personaje con la misma dolencia. Probablemente no haga falta, pero sí me
gustaría resaltar la dificultad de proyectar la voz ante un auditorio, aunque
para Ibáñez no suponga ningún
obstáculo, y la visibilidad en el teatro y en las demás artes escénicas de las
personas sordas, que no mudas. De la actuación me quedo con su serenidad,
bonhomía, realismo y poder de sugestión. Es capaz de hacernos llorar y a la vez
enamorarnos de Celia.
La pareja de hermanos es interpretada
por Iker Azkoitia y Jesús Di Manuel.
El primero se desdobla de su faceta como dramaturgo y director y se viste de Marino, un joven de apariencia intachable, protectora y adulta pero con
gran capacidad de persuasión y manipulación. De su interpretación observo, de
nuevo, un crecimiento, depuración y madurez con respecto a otros personajes lo
que le permite brillar como actor. Por su parte, Di Manuel da vida a Imanol, un personaje imbuido por
sustancias poco recomendables y con fuerte sentimiento de culpa. Este actor, de
amplia formación con más de una decena de obras a sus espaldas, deambula por el
escenario y clava la actitud débil y pasiva acorde con su papel sin perder su
rol de protagonista.
Por último, Eva
Ramos da vida a Cuca, una joven
pueblerina y droguera de estraperlo. Si en obras anteriores, como en Una corona para Claudia, destacaba su
sensibilidad y dulzura escénica, en esta obra Ramos desborda por su pragmatismo. Es el torbellino y aire fresco.
La protagonista de los momentos más cómicos, para rebajar el tono dramático
imperante, y la encargada de entonar una emotiva y bella canción. En
definitiva, una obra para reflexionar, reír, llorar y disfrutar de talento
joven.
El
grito de la tortuga es un llanto inaudible que nos demuestra hasta donde somos
capaces de llegar para callar lo que no queremos oír en forma de un relato
original, evocador, fascinante y trágico, a la vez que emotivo
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Texto original: Iker Azcoitia
Reparto: Ángela Ibañez, Iker Azkoitia, Eva Ramos y Juan Jesús Di Manuel
Dramaturgistas: Iker Azkoitia, Laura Ledesma y Eva Ramos.
Lugar: Teatro Lara (Corredera Baja de San Pablo, 15, 28004 Madrid)
Porfavor decidme que cancion tocan durante la obra, es preciosa
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