“Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?” El Jesucristo más icónico resucita de nuevo
en el Teatro EDP Gran Vía –tras su paso por el West End de Londres y Broadway–,
para actualizar su mensaje, 48 años después, y ofrecer, junto a sus acólitos y detractores,
un espectáculo colosal y abrumador envuelto en ópera rock.
Antes
de entrar a valorar el contenido conviene tener presente algunas peculiaridades
que ya han pasado a ser seña de identidad de este musical. La idea original
nació de un álbum conceptual, en torno a la figura y el mensaje de Jesucristo,
publicado en 1970. Esta información confirma la importancia de la estética en
este espectáculo – de producción italiana, aunque cantado en inglés– y cómo, en
ocasiones, su contenido está supeditado a la misma. En nuestro país, este
título es indisociable a la figura del gran Camilo Sexto, quien produjo y protagonizó dicho musical en 1975
acompañado de voces como la Teddy
Bautista, en el papel de Judas, o la de Ángela Carrasco como María Magdalena. La producción también sirvió
de inspiración para la película estadounidense dirigida por Norman Jewison en 1973, con un mensaje
y estructura similares a este show y con el mismo actor protagonista en ambas
obras.
Reformulación
de los Evangelios en una versión cantada
Los
asistentes no deben esperar un recorrido fiel por los pasajes de las Escrituras,
sino una interpretación libre de la figura humana y no divina del nazareno (Ted Neeley), de dos de sus discípulos, Simón (Mattia Braghero) y Pedro
(Sandro Bilotta), de autoridades civiles –Poncio Pilato (Andrea Di Persio)
y Herores (Salvador Axel Torrisi) – y religiosas, Anás (Massimo Bonanno) y Caifás (Francesco Mastroianni). Como luego desarrollaré, esta versión también
otorga una enorme importancia a la figura de Judas (Giorgio Adamo), a su
relación con su Maestro y a María
Magdalena (Simona Di Stefano);
en detrimento de otros personajes bíblicos.
Tim Rice, autor del libreto, comienza el
relato el Domingo de Ramos con la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén y
lo finaliza con su muerte. En esta versión, por deseo expreso de su creador, no
está incluida la resurrección, como hecho físico, pero sí la simbología y el mensaje
de la misma. Rice, letrista experto
de musicales como Evita y de
películas Disney (Aladdín y El rey
león), realiza un arduo trabajo de
depuración para crear la base del espectáculo, con una dificultad añadida:
todas las letras están pensadas para ser cantadas o recitadas musicalmente; es
decir, que deben contar con naturaleza, rítmica y pausas medidas sin descuidar
el contenido de las mismas. El letrista, en un trabajo conjunto con director y
músicos, tiene en cuenta estos y otros elementos, como la repetición de estribillos
y frases centrales, otorgando al espectáculo un ritmo ágil sin perder su
esencia dramática.
Un
espectáculo para reflexionar sobre el mensaje de amor y esperanza
Vale
la pena abstraerse de la pompa musical y artística para detenerse en el mensaje
propuesto por su adaptador y director Massimo
Romeo Piparo. Sin desvelar demasiado, en un momento concreto, el espectáculo
nos propone una reflexión sobre en qué han quedado las enseñanzas de amor predicadas
por Jesús o qué sentido tiene en la actualidad los valores de tolerancia y
respeto. En un mundo donde las guerras siguen siendo noticia y las víctimas
invisibles, donde la historia humana permanece manchada de sangre, las
desigualdades no se han corregido y donde el terror y terrorismo continúan
presentes ¿dónde queda el menaje de amor? Dotar al espectáculo de un contenido
actual y reflexivo, con la suma de presente y pasado, como una reformulación de
lo que siempre nos han contado es, a mi juicio, una acierto en mayúsculas y uno
de los motivos por los que acudir a esta representación.
Romeo Piparo,
director de escena, periodista y crítico teatral italiano, realiza un enorme trabajo
en la dirección de esta producción. Consigue transmitir el contenido de las
letras, antes mencionado, emocionar al espectador, llegando incluso a la
lágrima, y aunar e integrar todos los elementos inherentes de un musical (canciones,
letras, música y coreografía). En el contenido del mismo, discrepo de algunos
de sus planteamientos como la exclusión de las figuras de María o Juan o la
desdivinización absoluta de la figura de Jesucristo
pero, como dije al comienzo, son parte de la concepción original. Por otra
parte, esperaba una puesta en escena más sorpresiva, espectacular e innovadora,
aunque a medida que el show iba cogiendo ritmo, color y desvelándose algunas de
las sorpresas, en forma y contenido, la producción cumple con las expectativas.
Un
musical rock con potentes efectos electrónicos
El
aspecto musical, a cargo de Andrew Lloyd
Webber, es el eje central del espectáculo y, probablemente, su mayor seña
de identidad. Comedias musicalizadas, dramáticas o simplemente cantadas surgen
cada año, pero una ópera rock de estas características solo existe Jesus Christ Superstar. En su época
causó estupor, controversia y rechazo por presentar a un Jesús como una
superestrella roquera de naturaleza humana. En la actualidad se ha transformado
en admiración y deleite. Este compositor, creador y productor británico combina
–con pertinencia y acierto– las partes sinfónicas con blues, folk, rock clásico
y alternativo y hasta cante hondo, mientras que los himnos son potenciados
mediante potentes efectos de sonido electrónicos. Esta conjunción da como
resultado un espectáculo sobresaliente. Parte de este éxito recae en Emanuele Friello, teclista y al frente
de la dirección musical, y en su orquesta formada por más de una decena de
músicos. A diferencia de otros musicales, estos no están situados en el foso
habilitado para ellos sino en el mismo escenario. Al principio no terminó de
convencerme su mezcla con la acción narrativa, pero la plataforma giratoria les
muestra y oculta en función de las circunstancias y no supone ningún inconveniente.
Un Jesús
humano y un sentimental Judas encabezan este elenco profesional
El
encargado de materializar el espectáculo es el sensacional reparto, más de un
veintena, repleto de voces de diversos colores y registros. El foco central,
como no puede ser de otro modo, recae en Ted
Neeley en el papel de Jesucristo.
Este baterista, cantante, actor y compositor lleva representando este papel
casi medio siglo y sus ganas y expresividad permanecen intactas. Como refleja
el programa de mano, la razón de su continuidad reside en el deseo expreso del director
Massimo Romeo Piparo quien esperaba celebrar
el 20 aniversario de la ópera rock de una manera única. Ver en el escenario a este
cantante de 75 años resulta un honor para los amantes del género musical, y de
esta producción en concreto, a pesar de mostrarse reservado y con algunos
desajustes vocales en los primeros compases de la función. El punto de inflexión,
y cuando podemos ver a Neeley en su
máximo apogeo, es en la canción ‘Getsemani’ donde exhala un sollozo en forma de
grito rockero antes de ser apresado. El momento de la crucifixión, con una cruz
flamígera a su espalda, es otro de los instantes más poderosos, donde el
público puede presenciar, gracias a la cámara frontal, su sufrimiento en la
cruz.
Una
de las revelaciones del espectáculo es la asombrosa actuación de Giorgio Adamo, en el papel de Judas. La relación de sentimientos
contrapuestos, admiración, odio y culpabilidad, con su maestro me fascina y son
interpretados de forma sobresaliente por este cantante y virtuoso compositor de rock
italiano, quien brilla por sus agudos y por su voz melódica. En definitiva, una
verdadera superestrella. Simona Di
Stefano se viste de María,
natural de Magdala. Su fervor por la figura de Jesucristo y sus inseguridades son interpretados y cantados con
ternura, pasión y lirismo por esta cantante y bailarina italiana. La canción ‘Todo
está bien’ es la mejor prueba de ello. Tan solo dos discípulos aparecen en este
musical: Simón y Pedro. El primero, cantado por Mattia Braghero, aporta rapidez y
realismo a la representación con buenos solos y Sandro Bilotta, en un
plano secundario, realiza una digna actuación.
La
encarnación del mal es depositada en el tridente formado por Caifás, Anás y Herodes. La voz
grave de Francesco Mastroianni impacta en un primer momento
por su potencia pero de ningún modo desentona. El suegro del anterior y también
sumo sacerdote viene de la mano de Massimo Bonanno, quien demuestra cómo debe ejecutarse la compleja técnica del parlato. Por último, Salvador Axel Torrisi se viste, de
forma glamurosa y excéntrica, de Rey de Judea y protagoniza un divertido y
catártico número musical.
Complejas,
vistosas y variadas coreografías en un gran espacio escenográfico
El
componente coreográfico, a cargo de Roberto
Croce, es básico en el género del musical y, en este en concreto, también
es fundamental por la ausencia de texto recitado. Los actores y actrices usan
el lenguaje corporal para comunicar e interpretar, así, a personificaciones del
mal o a los leprosos. Por otra parte, Croce,
coreógrafo de producciones como Mamma Mia,
Billy Elliot, My Fair Lady, también incluye complejas y vistosas performance
distributivas, grupales e individuales. En estas últimas podemos observar el
gran potencial de los bailarines en escena, algunos ataviados con zancos.
La
construcción escenográfica –a cargo de Giancarlo
Musellii y elaborada por Teresa
Caruso– está a la altura del musical aunque por debajo de mis expectativas;
pues podrían haberse implementado más ambientes en forma de decorados. Como suele
ser habitual en los espectáculos con el sello de la productora LetsGo encontramos plataformas
giratorias y rápidas transiciones entre escena y escena, donde la acción ocurre
al mismo tiempo que las estructuras rotan 180 grados. Además Musellii incluye, con acierto e ingenio,
una escalera ubicada a la derecha, una compleja y medida estructura elevadora
para la gloriosa entrada a escena de Jesucristo
y un pasadizo metálico donde transcurren algunos de los actos como la
crucifixión. El espacio sonoro, a cargo de Alfonso
Barbiero, y la iluminación por Daniele
Ceprani, cumplen con su cometido al ayudar al espectador, quien puede ver
en una pequeña pantalla la traducción en español, a sumergirse en esta historia
y ser protagonista de la misma.
En Jesus Christ Superstar serás
testigo de la venida de un espectáculo colosal, cargado de significado, bajo la
abrumadora belleza de la música rock
Alberto Sanz Blanco
Periodista @AlbertoSBlanco
Creación
Musical: Andrew Lloyd Webber
Letrista:
Tim Rice
Adaptación
y dirección: Massimo Romeo Piparo
Dirección
musical: Emanuele Friello.
Reparto:
Ted Neeley, Nick Maia, Paride Acacia, Simona Di Stefano, Andrea Di Persio, Francesco
Mastroianni, Giorgio Adamo, Salvador Axel Torrisi y Mattia Braghero
Lugar: Teatro EDP Gran Vía (Calle Gran Vía,
66, 28013)
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