El
ciclo de la vida es “El ciclo sin fin, que nos mueve a todos y aunque estemos
solos debemos buscar”, así reza una de las canciones del espectáculo y es la
mejor manera de definir su contenido, con enormes similitudes en la vida real.
Lo que tampoco parece tener fin es este soberbio musical que tras ocho años en
el Teatro Lope de Vega, con más de tres millones y medio de espectadores, sigue
dando diversión, emoción y poniendo en pie al espectador; superando su carácter
músico-teatral y convirtiéndose en una experiencia sensitiva y cuasi vital.
La
historia, inspirada en la icónica película de animación con sello Disney, es
conocida por grandes y pequeños, pero vale la pena viajar una vez más a la
sabana africana. Allí vive el Rey de la
selva, Mufasa (Ricardo Nkosi), junto a su
esposa Sarabi (Andrea Bayardo), el toco Zazú
(Estebal Oliver), consejero real, y el resto de especies animales. El
nacimiento del primogénito y heredero al trono, Simba (Javier Maestro), desatará la ira de su tío Scar (Sergi Albert), quien hará todo lo posible por convertirse en el
nuevo rey león. Sus ansias le llevan a participar en una emboscada con final
trágico donde tres hienas serán las protagonistas Shenzi (María Ayo), Banzai (Dariel Ventura) y Ed (Edgar Moreno) y harán que el joven
heredo huya para no enfrentarse con la realidad. En su nueva vida, conocerá al suricato
Timón (Antonio Curros) y al facóquero Pumba
(Ramón Balasch), quienes harán
compañía a un Simba ya adulto (Tiago Barbosa). Un día, la llegada
inesperada de su mejor amiga Nala (Andrea del Solar) y el consejo del
babuino Rafiki (Zama Maguduela) harán recapacitar al heredero legítimo del trono
para volver a su hogar, salvar de la tiranía a su reino y recuperar el lugar
que le corresponde.
Audacia,
inteligencia y actitud resolutiva por parte de su directora y de todo el equipo
Lo
que le hace grande y único al género musical es la fusión de cuatro categorías
artísticas: música, canción, baile y diálogo. En esta fabulosa producción de Stage Entertainment, cada una de estas disciplinas es tan potente que
casi por separado podrían formar espectáculos propios; por tanto imagínense (si
acuden no hace falta tal ejercicio) todas unidas en un mismo escenario. El
resultado es la excelencia. Parte del éxito recae en Julie Taymor,
directora del espectáculo, quien realiza un asombroso trabajo al cuidar hasta
el más mínimo detalle, aprovechar el espacio escénico y ordenar todo lo
expuesto sobre las tablas. Los mejores conceptos –compartidos también por el
resto del equipo– son audacia, inteligencia y actitud resolutiva, en este
orden. En un vistazo a vista de pájaro, todo parecen inconvenientes en esta
obra musical (personas representando animales, ingentes decorados de sabanas,
infinita flora y fauna y un largo etcétera), pero estos son convertidos en
inteligentes propuestas teatrales, basadas en la imaginación con fuerte carga
sensorial y simbólica, resueltos con una magnífica ejecución.
El
libreto del espectáculo, realizado por el co-director de la película Roger Allers y la co-guionista Irene Mecchi, recoge lo mejor del film
original, incluidas las escenas épicas y las archiconocidas y míticas
canciones, e introduce nuevas propuestas muy jugosas teatralmente hablando; por
tanto, la labor de los adaptadores (la propia Mecchi, junto a Jonathan
Roberts y Linda Woolverton) es
sensacional. Sin olvidar la labor de Jordi
Galcerán, al frente de la traducción y adaptación al castellano, clave para
dotar a la obra de ingeniosos juegos de palabras, algún que otro chascarrillo y
en definitiva aportar un toque castizo, que el público supo apreciar con sus
risas y caras de diversión. En definitiva, el contenido humano, el significado
y los mejores momentos de la película son acrecentados con pertinentes
variaciones y, sobre todo, con una fabulosa, mágica e incomparable puesta en
escena, la que posteriormente comentaré.
La
música como fusión de estilos y creadora de riqueza cultural
Un
sabana sin animales es como un musical sin música. Bajo esta absurda
comparación pretendo reflejar que este componente es el elemento unificador del
espectáculo y sirve tanto para el divertimento del espectador –al tararear las
melodías y cantar sus canciones– como para encauzar, hacer más creíbles los
sentimientos de los protagonistas, dotar de una función socializadora, e
incluso formar parte del ciclo vital al que antes hice referencia. Nadie mejor
que dos expertos como el músico Elton
John y el letrista Tim Rice para
este cometido.
Como
ocurría con el libreto, en el musical (traducido a ocho idiomas distintos) no
pueden faltar inolvidables canciones como “El ciclo de la vida”, “Yo voy a ser
el rey león”, o “Hakuna Matata” a las que se han incorporado otras del
cantautor sudafricano Lebo M, los estadounidenses
Mark Mancina y Jay Rifkin y el alemán Hans
Zimmer. Aquí reside otro de los aciertos de El Rey León; contar con ritmos y danzas africanas autóctonas para
que viajar a África no sea una construcción sintáctica sino una realidad
audible y real. La fusión, por tanto, entre dos estilos musicales de distintos
continentes (con diferentes formas de vivir y sentir la música) es perfecta
gracias, también, a la labor de la dirección musical de Sergi Cuenca. A su vez, también está al frente de la orquesta
formada por 21 músicos, con 100 instrumentos musicales diferentes, quienes
ejecutan leitmotivs reconocibles a lo largo del espectáculo. Este conjunto
cultural se aprecia, de nuevo, en el reparto de distintas nacionalidades y
aporta, en otros muchos elementos, riqueza. La suma también es palpable en las
premiadas coreografías y danzas dirigidas por Garth Fagan, y supervisadas por Marey Griffith, donde el público sentirá la fuerza y vistosidad de
sus ritmos, como en la performance “One by one”.
La
doble identidad del individuo formulada teatralmente bajo una misma apariencia
Otra
de las señas identitarias de este espectáculo, extrapolable a cada una de las
disciplinas y funciones del equipo, es la dualidad del individuo formulada bajo
su doble condición: la humana y la animal, lo que Julie Taylor ha denominado como “doble acontecimiento”. En el
relato, resulta fascinante ver a animales dotados de sentimientos humanos y cómo
en función del momento eligen una u otra condición o la comunión entre ambas.
Por poner un ejemplo concreto, cuando Mufasa
riñe a su hijo se despoja de su máscara (naturaleza animal), para sacar su lado
humano. Sin embargo, es la suma de ambas la que permite regresar a Simba y descubrir quién era realmente. Esto
formulado en el lenguaje teatral nos lleva a hablar de la técnica Bunkaru,
donde los artistas, visibles para el público, controlan unas figuras de gran tamaño
(en este caso animales) mientras el narrador cuenta la historia. En un primer
momento tuve la sensación de apreciar dichos elementos por separado, pero tras
las casi tres horas de duración fueron fusionándose en uno solo donde personaje
animado y artista forman una misma entidad y llegan a representar a más de 25
tipos de animales. Esto es, queridos lectores, el significado de la magia del
teatro.
Un
profundo y mágico deleite visual y sensitivo sin precedentes en el teatro
español
En
otros musicales, elementos como la ambientación, maquillaje y vestuario son
complementos a la acción, pero en este pasan a ser indispensables para conseguir
lo anteriormente expuesto y, de nuevo, inciden en la doble naturaleza del
espectáculo y su función social. Resulta tal, el cuidado de los detalles que
desde algunos ángulos la máscara oculta parcialmente el rostro del actor y es,
literalmente, un animal sobre el escenario, como en el instante donde Mufasa y Scar quiebran levemente sus máscaras y simulan el ataque del león.
La polifacética Julie Taymor, junto
a Michael Curry, se encargan de este
cometido. De entre todos los elementos escénicos, me quedo con la Ronda de
Gacelas, la cual invito a los asistentes a descubrirla. Los números hacen honor
a este despliegue, como las más de 4 000 piezas sobre el escenario o las más de
200 esculturas, figuras animadas, tallas, máscaras y vestidos en el show. En
definitiva, un profundo y mágico deleite visual y sensitivo sin precedentes en
el teatro español.
Un
elenco sobresaliente para una magistral producción
Los
responsables de ejecutar todas las complejas técnicas descritas y dar voz al
musical son los 53 actores y actrices, cuyo trabajo es fabuloso. Dado el
elevado número de artistas es fácil caer en la entropía escénica, que tiraría
por tierra todo el trabajo realizado, la cual no se produce. No obstante, en
algunas escenas quizás haya demasiados elementos y artistas sobre el escenario,
a pesar de estar distribuidos en líneas diferentes. Sus respectivas voces son
correctas en técnica y ejecución aunque, a mi juicio, donde más brillan son en
las corales polifónicas (término conjunto tras la reforma luterana).
Resulta
complicado desglosar a cada uno de los integrantes del espectáculo, covers y
bailarines incluidos, a pesar de ser todos imprescindibles para el desarrollo
del musical. El relato sitúa como protagonista, en los primeros compases, a Mufasa, a quien da vida Ricardo Nikosi. Quizás asocien el
nombre de este actor angolano al de conocidas series televisivas, empero, me
quedo con su potente y profunda voz y su garra y dedicación escénicas. El
momento musical de “Están en ti” junto al pequeño Simba divisando el firmamento es sensacional. En contraposición,
encontramos la delicadeza y dominio de los agudos de Andrea Bayardo como Sarabi,
esposa del anterior. Revoloteando sin parar está Zazu, interpretado por el curtido actor de teatro, cine y
televisión, Esteban Oliver. Tanto su
personaje volador como su actuación tiñen de frescura, dinamismo, agilidad y
alegría al espectáculo.
El
vástago, primogénito y heredo al trono es interpretado, en la etapa infantil,
por Javier Maestro. La inocencia de
su personaje, con travesuras incluidas, no guarda relación ni con su voz
cristalina, ni con su corta edad, ni,
tampoco, con su perfecta ejecución sobre el escenario en números como “Yo voy a
ser el rey león”. En la edad adulta es sustituido por el actor y músico
brasileño Tiago Barbosa, quien
deslumbra por su agilidad, dado su portentoso físico, su alegría y entrega. Protagoniza
muchos buenos momentos pero, desde mi óptica, el punto de inflexión de su
personaje y actuación está en “Noche sin fin”, cuando descubre quién es él
realmente. Algo similar ocurre con el personaje de Nala (leona amiga del anterior). En la etapa infantil es
interpretada por una divertida y juguetona Olivia
Manzano y en la adultez por Andrea
del Solar. Esta actriz peruana, con numerosas participaciones en musicales,
deslumbra en números como “Siento un nuevo amor en mí” y aporta más humanidad
al espectáculo al ensalzar valores como la amistad, el amor y el sentido de
identidad.
La
personificación del mal en la obra viene de la mano Sergi Albert como Skar,
tío del futuro rey. Este actor barcelonés, con numerosas participaciones en
teatro musical, cine y televisión, clava la cara de maldad, frialdad y soledad
sin perder su cuidada pose escénica. Sus dos momentos estelares son “Conspirad”
y “La locura del rey Scar”, rodeado de torpes, hambrientas y divertidas hienas
encabezadas por María Ayo, Dariel Ventura y Edgar Moreno. Los personajes más entrañables no podían ser otros
que Timón y Pumba. El primero le da vida el cantante y actor de televisión y
teatro musical Antonio Curros, quien
debido a su perfecta caracterización parece casi invisible. A su lado, le
acompaña el cantante y curtido actor musical Ramón Balasch, quien a pesar de contar con un aparatoso vestuario
canta y baila sin dificultades. No hace falta decir que su mejor número, el
cual arranca el aplauso de los presentes, es “Hakuna Matata”. Dejo para el
final el personaje, desde mi óptica, más peculiar, Rafiki, quien ejerce de chamán y, en cierto modo, de narrador interno
del relato. La prudencia del personaje de animación de la película es
sustituida, con acierto, por el histrionismo y desparpajo de la actriz
sudafricana Zama Magudulela, sin
perder ápice de misticismo.
Variadas
construcciones escenográficas y juegos lumínicos integrados en el reparto
Toda superproducción va ligada a una espectacularización de medios técnicos
y escenográficos y esta, como no puede ser menos, cumple dicha regla no
escrita. Resulta complicado describir las variadas, continuas y fabulosas
construcciones, a cargo de Richard
Hudson, con decorados descendentes y suspendidos en el aire. Cada uno de
estos diseños bien podrían ser escenografías específicas para cualquier otro
espectáculo. Por si no fuera suficiente, en esta ocasión lo escenográfico no
solo es lo material sino también lo humano. Los bailarines y actores, gracias a
su perfecta caracterización, maquillaje (Michael
Ward) y mimetismo (como el vestuario verde de Timón) también forman parte de los elementos decorativos y hacen las
veces de fauna y flora, incluso cuando no están presentes (como la
representación a gran escala de Mufasa,
el cual parece un holograma). El uso inteligente de las coloridas y estampadas
telas, bordadas a mano, también ayuda a transportarnos a la sabana africana. Algo
similar ocurre con el fabuloso diseño de sonido, por Steve Canyon Kennedy, e iluminación por Donald Holder. En este último aspecto, cabe destacar el juego de
luces y sombras y la proyección de pequeñas figuras animadas sobre una pantalla
creando una sensación de enormidad. El uso de la videoescena sirve como fondo
de la sabana africana aunque perfectamente las imágenes podrían ser en
movimiento. En definitiva, un derroche teatral en todos los sentidos.
En El Rey León viajarán a la sabana, donde
animales y personas son una misma entidad, para disfrutar de un colosal,
colorido y fastuoso musical
Alberto Sanz Blanco
Periodista
Dirección:
Julie Taymor
Autoría:
Julie Taymor
Música: Elton John
Letras: Tim Rice
Adaptación al castellano: Jordi Galcerán
Libreto: Roger Allers e Irene Mecchi
Reparto:
Ricardo Nkosi Sergi Albert, David Comrie, Zama Magudulela, Esteban Oliver, Antonio
Curros,Ramón Balasch, Tiago Barnosa, Andrea del Solar, Damaris Martínez, Rafael
Granados, Jaume Giró, Beltran Iraburu, Jordi Serra, Sakhile Mthembu, Sizwe
Mntambo, Maxwell Mbatha, Rodolfo Ávalos, Dariel Ventura, Eduardo Lupo, Deborah
Ayo, María Ayo, Yelena Lafargue, Mirela Cabero, Geniris, Bandile Hope, Mlu Clive, Daniel Mejía, Lieta Molinet,
Vicenzo Carpino, Julio Joseph, Axe Peña, Nicolò Marchionni, Guillermo Martínez,
Ana Francy, Kia Llanes, Damaris Ruiz, Raphaella de Souza, Lea Badurria, Iliuska
Rodriguez, Vivec Llera, Karel H. Neninger, Javier Toca Juara, Dorival Junco, Wendy Williams, Karelia Sánchez y Kristine
Lindmarck.
Lugar: Teatro Lope de Vega (Calle Gran Vía,
57, 28013 Madrid)
Venta de entradas:https://www.taquilla.com/entradas/el-rey-leon?t10id=1201
Venta de entradas:https://www.taquilla.com/entradas/el-rey-leon?t10id=1201
Contacto: https://www.elreyleon.es/
Impresionante, grandioso, mágico
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