Los
intereses de una persona giran en torno a múltiples factores (económicos,
políticos, sociales, humanos…) los cuales con el paso del tiempo son mutables;
depende de la escala de valores de cada uno la posición que estos puedan
ocupar. Si desean asistir a una historia de vida donde el factor humano
ensombrece a todos los demás pueden acudir al Teatro Reina Victoria.
Resulta
probable que quien acuda a visionar esta representación antes haya visto la película
francesa estrenada en 2011 dirigida por Olivier
Nakache y Éric Toledano con el
mismo nombre. Sin embargo, no hace falta cumplir dicho requisito porque la sinopsis
de esta historia de amistad basada en hechos reales es ampliamente conocida por
todos. Un rico y culto aristócrata tetrapléjico, Philippe (Roberto Álvarez)
busca un ayudante personal. Driss (Jimmy Roca), joven de origen senegalés
de un barrio obrero de París con antecedentes penales, acude al proceso de
selección con el único objetivo de poder sellar sus papeles para cobrar el
seguro de desempleo. Sin embargo – y tras el rechazo previo tanto de su
ayudante y ama de llaves Magalie (Begoña Maestre) como de su enfermero particular (Iker Lastra) – para su sorpresa es contratado, pese a no tener
actitudes ni aptitudes propias para dicho empleo pero sí ningún ápice de lástima,
piedad o condescendencia. Lo que en un principio parece una simple relación
laboral terminará siendo una historia de amistad tan improbable e inesperada,
como definitiva, donde juntos se enfrentarán y superarán las dificultades de
sus respectivos mundos.
En
esta obra, tanto la cinematográfica como la teatral, ocurre como en algunos
libros donde cada vez que vuelves a ellos descubres nuevos detalles o
reflexiones hasta entonces no percibidos. Esta versión, firmada por Garbi Losada y José Antonio Vitoria, consigue extraer, acercar y potenciar los valores
originales del film a la vez que actualizarlos. Cuando nos encontramos ante una
adaptación sostengo dos premisas inquebrantables: ser fiel a la obra original y
aportar una visión particular; ambos puntos cumplidos con sobresaliente. Losada, condecorada autora y directora
de más de 40 espectáculos, y Vitoria,
guionista y director de interminable trayectoria, escogen los momentos más
representativos, emotivos y característicos de la película y son fieles tanto
al relato como a sus valores, sin caer en dramatismos absurdos ni melancolías
impostadas, elemento esencial en una obra donde la comedia sobrevuela. Su sello
particular es aún más interesante, pues trasponen la realidad francesa a la
española y actualizan gags y juegos de palabras. Además, resulta interesante
cómo esta categoría teatral, la comedia, no nace del texto sino de la
excéntrica relación entre los protagonistas y sobrepasa al propio relato para
convertirse en la medicina paliativa de sus respectivas vidas, y quién sabe si
también la de los espectadores.
Garbi Losada
también está al frente de la dirección y su trabajo es solvente a pesar de
las dificultades propias de esta representación, las cuales luego comentaré. La directora recuerda en su nota al público la clase social india a
la que hace referencia el título de la obra, los intocables, y cómo los dos
protagonistas comparten esta categoría aunque por motivos distintos: uno por la
invalidez física y el otro por la invalidez social a consecuencia de la
inmigración y la marginación sufrida. El conjunto me recuerda a dos cuerpos celestes
rotando en direcciones opuestas (dos mundos distintos) que poco a poco van
entrando en una misma órbita y terminan por girar de forma conjunta. Dicho de
otro modo, Losada consigue crear la
concomitancia emocional de los dos hombres y ponerla al servicio del
respetable. El tempo pausado de la representación ahonda en la simbiosis de
ambos y permite introducirnos sin darnos a penas cuenta en el relato. No obstante,
la forma de estructuración no termina de convencerme al separar en demasía el
flujo narrativo en pequeñas escenas; lo que, a mi juicio, provoca la pérdida de
fluidez natural del relato y rompe con la inmersión a la que antes hacía
referencia al estar más pendiente de los cambios escénicos y escenográficos.
Huyo,
como norma, de los tópicos pero en esta ocasión el reparto es esencial en el
transcurrir del relato al tratarse de una historia de vida y al ser sus emociones,
casi más que ellos, los que dan sentido y forma a la representación. La actriz
y los tres actores están a un alto nivel y cumplen a la perfección su rol
particular. La mayor dificultad, a la que antes hice referencia, recae en Roberto Álvarez el encargado de dar
vida a Philippe por la visible
imposibilidad de movimiento corporal. Sin embargo, para este reputado actor de
enorme trayectoria en teatro (La
Orestiada, 2017), cine (@buelos,
2017) y televisión (Servir y proteger)
no supone inconveniente alguno porque con su marcada gestualidad facial es
capaz de expresar torrentes emocionales ayudado por una excelente caracterización.
Su calidez vocal le ayuda en este
trabajo y resulta bello observar y escuchar los cambios anímicos en función del
momento aunque siempre con la templanza y comprensión que tiñe a sus
personajes. No había tenido ocasión de verle sobre las tablas con anterioridad
y espero que esta no sea última.
Casi
sin despegarse, Jimmy Roca, como Driss, son los brazos y pies del
anterior. Su papel, también complejo, es el de aportar movimiento a la acción
con su incorregible forma de ser, sus zafias maneras de comportarse pero sobre
todo por su ausencia de filtros y su visión mundana y socarrona de la vida. La
mejor descripción de este personaje es la de Philippe: “No tiene piedad”. Roca,
con más de una decena de papeles en series televisivas y participaciones en teatro
(Hamlet, 2009) y cine (Torrente 4 y 5), interpreta con
solvencia las características antes descritas, aporta naturalidad y fluidez, y dota
a su personaje y a la obra en su conjunto de positivismo real.
Completan
el reparto Begoña Maestre e Iker Lastra, dos personajes de importancia aparentemente menor pero
necesaria por aportar un contrapunto al encariñamiento entre cuidador y
dependiente para después y, de forma paradójica, unirse a él y potenciarlo. Maestre, con más de una quincena de
apariciones televisivas y otras tantas en teatro y cine, da vida a la estricta secretaria
de Philippe. Por su parte, Lastra, con numerosos trabajos en
teatro, cine y televisión, se viste de enfermero particular. Resulta gracioso,
por su genial interpretación, el cambio de actitud de sus respectivos
personajes y cómo también van formando parte de la amistad central del relato.
Otra
de las dificultades es representar escenas exteriores necesarias para ilustrar
la libertad del protagonista con su nuevo cuidador y la interminable lista del
resto de candidatos. Para ello, se ha optado por el uso de la videoescena. Un
recurso en alza en las obras teatrales que bien implementado, como en esta
ocasión, engrandece y supone un valor añadido a la representación. El diseño
escenográfico, a cargo de Ikerne Giménez y José Antonio Vitoria, me gusta en esencia al ser,
por un lado, transparente y permitir ver lo que ocurre delante y detrás del
mismo y, por otro, móvil provocando bellos y vistosos ángulos; sin embargo,
como antes he comentado, los sucesivos movimientos no sé si pueden despistar al
espectador. Lo que de ningún modo desorienta, son los acordes de piano como
hilo musical y banda sonora de Javier
Asin, ni tampoco la delicada, intimista y correcta iluminación de Xavier Lozano. Todos estos elementos
técnicos potencian este relato humano de una, ya, inolvidable versión.
En Intocables disfrutarán de una historia de vida sobre una profunda
amistad interpretada con simbolismo, realismo y sensibilidad por un gran
reparto
Alberto Sanz Blanco
Periodista @AlbertoSBlanco
Autores: Oliver Nakache y Eric Toledano
Versión: Garbi Losada y José Antonio Vitoria
Directora: Garbi Losada
Reparto: Roberto Álvarez, Jimmy Roca, Begoña
Maestre y Iker Lastra
Venta de entradas: https://cutt.ly/CwLJ0VE
Lugar: Teatro Reina Victoria (Carrera de S.
Jerónimo, 24, 28014 Madrid)
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