¡Hagan
juego! Grita el crupier en el casino entre chasquidos de fichas, suspiros de
alivio y llantos de pérdidas. Junto a ese murmullo y ajetreo constante se vislumbra
una figura en el escenario, poco a poco el público va tomando asiento entorno a
él mientras cambia su rostro preocupado de cuál será su siguiente apuesta al de
uno relajado con una sonrisa permanente. Señoras y señores, el Teatro Reina
Victoria es ahora el Caesars Palace de
Las Vegas (ponga usted algo de imaginación) y Miguel Lago su estrella nocturna.
Una
temporada más, el archiconocido cómico gallego –de la mano de Promotora 600,
líderes del humor en España– vuelve a subirse al escenario de este histórico
teatro para dar rienda suelta a sus pensamientos, aportar su curiosa, mordaz y
corrosiva visión de la vida y no dejar a nadie indiferente. No, en esta
ocasión, las palabras anteriores no corresponden a una frase hecha sino a una
realidad.
Tras
varios años comentando eventos teatrales y abundantes espectáculos cómicos, las
ideas preconcebidas intentas apartarlas del pensamiento. No obstante, es
indudable no pensar, cómo narices podrá superar este cómico sus dos anteriores
monólogos “Soy un hijo puta” con su reflejo en el teatro “Soy un miserable”
y “Miguel Lago pone orden” tras un
sobresaliente respaldo del público. Pues sí, en líneas generales Lago logra subir el listón con un
relato más personal, un hilo conductor más identificable, mayor número de temas
y, en definitiva, un todo más inteligente aunque igual de intenso, canalla,
irascible y reivindicativo que siempre. No olviden el título, “Todo al negro”.
A
mi juicio, estamos ante uno de los espectáculos más maduros –en sentido
intelectual por si son ustedes mal pensados– y solventes de este de este actor
participante en series como Pequeñas
coincidencias, Curso del 63 o Las chicas del Cable. La razón está en
su declaración de intenciones, esbozada en un momento determinado del
espectáculo. Igual que las empresas conocen a sus consumidores, los sacerdotes
a su parroquia y el presidente a sus ciudadanos, mejor obvien esta última
analogía, Lago conoce a su público y
sabe que su famosa reflexión sobre la ausencia de límites en los llamados
límites del humor ya está amortizada y ha sido asumida e interiorizada por su
cohorte de seguidores. De tal forma y sin deseo de destripar nada, este
monologuista licenciado en filología hispánica, versado por tanto en la lengua
castellana, sorprendió a los asistentes con una interesante reflexión sobre los
contextos. Este elemento, el contexto, ha inspirado a grandes referentes de la
filosofía, sociología social y la semiótica dando lugar a teorías como el
fraiming o encuadre. Dicho de un modo más claro, Lago rompe los esquemas clásicos de la comunicación, elimina el contexto
–al darlo por obvio– y firma un pacto con los asistentes bajo la famosa frase
publicitaria de “lo que pasa en Las Vegas se queda en las Vegas”. Su
experimento da como resultado un espectáculo aún más intenso, todavía con menos
filtros y donde las carcajadas suenan mejor.
En
un plano más pragmático, la temática viene supeditada a la categoría cómica
predominante, el humor negro, con sus múltiples variantes y extensiones; pues
todos sabemos a qué color apuesta Miguel
Lago. El colaborador habitual del programa televisivo Todo es mentira hace un repaso de los personajes más destacados del
panorama social y cultural español y hace gala de su facilidad para la imitación con su marcada gestualidad facial y corporal. ¿Quién será, a su juicio, el comunicador con
mayor mandanga de la pequeña pantalla? ¿Los dones pasan de generación en
generación? ¿Cuál fue su viaje más emocionante? ¿Qué colectivo de ofendidos no
puede ni verle? O ¿Qué es lo que más le saca de quicio? Estas son algunas de
las incógnitas que los espectadores descubrirán si acuden a este espectáculo
que, como suele ser habitual en él, colgó el cartel de entradas agotadas.
Como
experimentado cómico, curtido en pequeños locales gallegos y coronado en los
mejores programas de monólogos, Miguel
Lago basa otra parte de su espectáculo en surrealistas anécdotas
personales, o eso hace creer a los espectadores, y detalles de su vida
personal. Este leitmotiv estructurador de su espectáculo es propio de muchos
cómicos y sirve para empatizar con los presentes aunque no siempre el resultado
es el esperado. En esta ocasión su apuesta es la ganadora, a juzgar por el
volumen de las risas de los presentes solo mitigado cuando el monologuista
traspasa el proscenio y hace una encuesta a alguno de los asistentes. La
actualidad política también marca el trascurso del show y, como en sus
espectáculos anteriores, el autor de Gamberro
y caballero hace su particular visión sobre los temas polémicos de la
jornada, donde los colores políticos servirán para bien poco, y propicia a que
un mismo espectador pueda acudir más de una vez a Todo al negro.
La
estética clásica y la puesta en escena potente y resultona engarzan con el
contenido y es otro de los aciertos y señas específicas de este monólogo. El
aire a lujoso casino sobrevuela sobre la hora y media de función sin perder la
base de comedia en vivo, como mandan los cánones, sustituyendo tan solo la
silla central por una mesa de altura donde aposentar su bebida. De nuevo,
ensalzo su inteligencia de situar sobre el escenario sus iniciales en forma de
logotipo, porque su nombre es un producto en sí, y el sobresaliente uso de los
recursos sonoros, con alguna sorpresa musical, y la videoescena a modo de
complemento y contextualización. “España entierra bien”, afirma Lago con tono irónico en una de sus
frases. Esperamos seguir disfrutando muchos más años de su ingenio y don para
el humor sobre los escenarios.
Miguel Lago no se había
ido y ya regresa con un nuevo espectáculo más inteligente aunque igual
de intenso, canalla, irascible y reivindicativo con una apuesta ganadora: Todo al negro
Alberto Sanz Blanco
Periodista @AlbertoSBlanco
Autor y
director: Miguel Lago
Lugar: Teatro
Reina Victoria (Carrera de S. Jerónimo, 24, 28014 Madrid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario